La lleva prendida en el aire. Y se respira, como cuando aún no se ve ni la línea azul en el horizonte, pero nos llega el olor de la sal a los labios, y la sed de mar se abre camino, conduciéndonos, mejor que ningún mapa. Septiembre la trae siempre cosida en el envés, en ese forro de seda dorado, fresco, pero también ligeramente cálido, que arrulla las mañanas tempranas y el caer de la noche. Se abre paso disfrazado aún de verano, pero se desnuda al coger confianza, ya mediado su tiempo, cuando, entreverado de escalofrío, buscando a tientas un café calentito que entone el alma.

Llega nuevo, definido, bien marcado en el calendario, pero envuelto en la confortable rutina de unas babuchas amoldadas a nuestros pies por el tiempo. Es una calabaza redonda, generosa, fértil, llena de presagios. De propósitos. De coger moras. De confituras. De conserva. De despensa. De guarda. Pronto ya no se escucharán cigarras y las grullas comenzarán a preparar su viaje desde el norte. Es un mes de reencuentro. De listas. Un enero sin frío que estrena agenda. Y libreta, y saca punta al lápiz. Otra oportunidad para escribir recto, sin salirse de los márgenes, de aprender, aunque la escuela no sea más que nostalgia, avivada por el olor a goma y el sonido del sacapuntas rascando lascas de memoria. Es de fascículos.

De matriculas. De entrenamiento. De recetas. De sopa. De estreno como un domingo de ramos. De programación y ciclos en la filmoteca, en los teatros, en las orquestas. De escaparates. De vaciar armarios, de sacar ropa de los baúles. De cambiar las fundas de los sillones, sacar las alfombras, mover los muebles. Del catálogo de Ikea. De rotuladores indelebles que anoten recuerdos y dónde dormirán hasta el año próximo los bañadores y las pulseritas de caracolas. De ordenar el escritorio, alinear bolígrafos, cuadrar los folios. De intentos. Del capítulo uno de una novela. De plantar bulbos. Del primer anuncio de lotería de Navidad. De día de Extremadura. De Santa Rosalía. De mi cumpleaños. De niños. Colas. Libros. De llantos en las puertas de los colegios. De corazón en un puño. De São Mateus en Elvas. De mudar la hora en el reloj. Es tiempo de otoño. De un nuevo comienzo. En estado de buena esperanza.