Un pequeño crecimiento de la economía europea del 0,3% en el segundo trimestre del año (tanto en la Unión Europea en su conjunto como en la zona euro) se ha convertido en la buena noticia de los últimos días a nivel económico. Y no es para menos. La cifra supone el fin de un año y medio de recesión y, junto con otros indicadores, como la mejora de la confianza de los inversores, apunta tímidamente a una consolidación del cambio de tendencia en positivo.

Alemania, con un crecimiento del 0,7%, y Francia, del 0,5%, destacan como los motores de esta mejora, gracias, en gran parte en los dos casos, a la recuperación del consumo interno. Y en el caso alemán, con el añadido de nuevas inversiones públicas. Si al cóctel se le añade el sorprendente dato del crecimiento trimestral del 1,1% de Portugal (gracias al tirón de las exportaciones lusas) y a las menores caídas de España, Italia y Holanda, la sensación de que la salida de la crisis está más cerca se incrementa.

Aunque todo tiene un pero. Y en este caso el reverso de la noticia optimista es el paro, que se mantiene en tasas por encima de los dos dígitos en toda la eurozona, con España como líder. En la anterior recesión (cinco trimestres con caídas del PIB europeo entre el 2008 y el 2009) el dato de salida fue un crecimiento del 0,4%. Desde entonces hasta ahora solo se llegó a crecer un 1% en un solo trimestre y con este nivel tan escaso de actividad ha sido imposible reducir el paro. Con austeridad no basta.