Los resultados de la encuesta de población activa (EPA) conocidos al final de la semana pasada han vuelto a reflejar todas las luces y sombras que acompañan desde hace tiempo la evolución del mercado laboral en España. Las cifras sobre el tercer trimestre del año -que incluye la temporada de verano con el consiguiente gran impulso del sector servicios- deben ser acogidas con cierto optimismo a nivel nacional. El número de ocupados supera los 19 millones de personas, la cifra más alta desde el mismo periodo en el 2009, mientras que el de parados desciende hasta los 3,7 millones, la más baja desde el 2008. La tasa de desempleados es del 16,3%, un descenso de dos puntos y medio respecto a hace un año.Son datos que marcan una senda sostenida de creación de empleo pero que no pueden ocultar unas carencias importantes. La tasa de temporalidad sigue siendo de las más altas de la UE y se calcula en torno al 27,4%, y la tasa de paro juvenil, a pesar de seguir bajando, todavía marca un abultado porcentaje del 35,9%. Puede el Gobierno mostrar su satisfacción con estas estadísticas que nos hablan de excelentes macrocifras antes que de las calidades de un empleo que transita al alza según los vaivenes de la estacionalidad y con alta carga de temporalidad de contratos y precariedad de salarios. Optimismo, sí, pero sin caer en euforias que impidan ver los problemas reales de fondo.