XLxamentablemente la violencia social ha encontrado buen caldo de cultivo en el sistema educativo e impregna la vida de las aulas y rompe con más frecuencia de lo que muchos piensan la convivencia en nuestros centros, sobre todo en aquellos ubicados en zonas de población marginal, donde se da mayor diversidad de alumnos.

La violencia escolar --perdón, los comportamientos antisociales, como la denominan eufemísticamente algunos estudiosos de este problema-- en sus múltiples e increíbles manifestaciones, agrupadas a su vez en dos modalidades, visible e invisible : indisciplina, maltrato entre compañeros (bullying), vandalismo, violencia física y acoso sexual, ocupa un lugar destacado dentro de la alarma social , incrementando la ya dilatada lista de presiones a las que debe enfrentarse el profesor a diario.

La mayor parte de estas manifestaciones resultan invisibles para los padres y profesores.

Casos como el de una alumna de 13 años de un IES de Fregenal, que se ha visto obligada a cambiar de centro y de localidad, Segura de León, huyendo de los ataques y vejaciones de un grupo de compañeros , son cada vez más frecuentes en los centros de nuestra región y de todo el país.

Cuanto más joven es una persona, más desprotegida se encuentra ante la violencia, y es más vulnerable. De ahí la urgente necesidad de que las administraciones educativas emprendan sin esperar a que aumente el número de casos, campañas a través de los medios de comunicación, al igual que hacen en otros países de nuestro entorno, tratando de crear una conciencia social que ayude a prevenir los fenómenos violentos en las escuelas.

¡Qué triste es comprobar lo barata que resulta la violencia de los menores contra los menores en términos punitivos, y lo cara que resulta en lo demás!

Cuatro de cada diez alumnos hasta los dieciséis años han sufrido alguna vez maltrato o intimidaciones por parte de sus compañeros de clase o del centro, si bien la mayor parte de las agresiones son verbales. Según datos de la Universidad Autónoma de Barcelona, el 15% son contra la inteligencia, el 14% contra el cuerpo, un 8% contra la familia, un 7% de carácter sexual y el 6% racistas. Agresores y víctimas conviven en el mismo centro, e incluso en la misma aula, a lo largo de meses, y hasta años, siendo sus consecuencias devastadoras para las víctimas.

La escuela como institución socializadora debe integrar a los niños en el mundo de los mayores, que por desgracia adolece de muchos defectos, entre ellos la violencia.

Aunque muchos expertos piensan que la principal respuesta a la violencia escolar está en los padres (casi el 25% de los hogares sufren de la violencia intrafamiliar y el 70% de los niños en edad escolar reconocen haber recibido maltrato por parte de sus padres o familiares más próximos), todas las partes: instituciones, profesores, padres... debemos plantearnos este problema como un reto personal al que debemos buscar una solución cuanto antes.

*Presidente Autonómico de CSI-CSIF Enseñanza