Dramaturgo

Hace unos años recorrió la ciudad de Badajoz un bulo que aseguraba que en el Parque de Castelar se estaban reproduciendo extraterrestres. Los que frecuentábamos la boca del lobo quedamos con las bocas abiertas hasta sangrar al comprobar que un amigo de un amigo nuestro se había llevado un huevo verde a casa y los geranios de su balcón se habían llenado de pinchos. Ni que decir tiene que todo Badajoz era un hervidero de huevos verdes, menos los blanquísimos de la Huevería y pollería San Vicente de la calle Doctor Lobato, y en cada esquina aparecían los restos de aquella reproducción extraterrestre y extraña y luces parpadeantes y mosqueantes. Luego, años después, Gerardo Barredo nos ha explicado las luces raras que alumbraban las traseras del cabaret Pipos y que corresponden a las que encendieron en aquella noche en la que se construyeron, bajo cuerda, los camerinos del prestigioso puticlub.

Ya mayorcitos conocimos aquella historia de la chica que se aparecía en la curva de la carretera de Sevilla y desaparecía después de pasar La Albuera, sin quitarse el cinturón de seguridad. Era otro bulo que recorrió Badajoz y que correspondía a otros que se escuchaban a amigos de amigos que en Madrid hablaban de la curva de Aravaca , la curva de la vaca o la curva de Ciempozuelos , esta última curva se completaba con la chica y un loco suelto que golpeaba los techos de los coches (que acababan de ver desaparecer a la chica de la curva) con la cabeza de los novios que habían salido a mear y dejaban a las novias dentro.

Estos eran bulos y no los que corren ahora por ahí nombrando consejeros, señalando a directores generales y pariendo pactos equilibristas.