Doctor en Historia

Parece que a algunos le gusta elaborar lo que Juan Marsé llamaba "aventis", es decir que mientras suceden los acontecimientos no les parece mal montar "vidas paralelas".

Así, asistimos a elucubraciones sobre la fabricación de líderes, argumentaciones sobre méritos y deméritos, especulaciones sobre deudas y herencias. Para acabar, por ejemplo, aclamando la unción, como ha sido el caso de Rajoy vivido la última semana.

Eso sí, en el transcurrir se quiere ver una "cabeza pensante", un elefante blanco que esté detrás de toda conspiración u operación que se precie. Se miden fuerzas, se valoran actitudes, afinidades, comportamientos pasados... el currículum.

No importa lanzar rumores para crear opinión (más bien para tergiversar o despistar) y si se demuestra que pesa más lo falso que lo auténtico, nadie se responsabiliza. Es parte del juego. Algún iluso pretenderá un desmentido público, pero pasado un tiempo todo volverá a la "normalidad".

Para eso uno se convierte en líder; tomar decisiones, formar equipos, aglutinar voluntades es un proceso muy complejo. Y estar a la altura no es fácil.

En momentos de intoxicación caben, como dirían los tópicos gallegos, dos posibilidades: que sean ciertos los bulos o que no lo sean. Por si acaso siempre hay explicaciones para ambas posturas y siempre habrá respuestas para justificarlas.

Entramos, pues, de lleno, como diría el ausente Manuel Cañada, en el terreno de los ciclos. Pero de eso escribiremos otro día.