Recientemente leímos una noticia acerca de la burla de unos profesores en relación a su alumna, con autismo. Fue una noticia, largamente difundida por la prensa, y causando, ciertamente, total rechazo por el fondo y por la forma. Por la forma, por tratarse de docentes que tiene un papel de educadores clave para el desarrollo de sus alumnos. Y por el fondo, por el hecho de estigmatizar a una alumna, con autismo. Todo fue descubierto por unos padres que, tuvieron el coraje de luchar por los derechos de su hija, y descubrir el grado de vileza de estos docentes hacia la alumna.

Unos padres que observaron que su pequeña sufría situaciones de angustia cuando iba al colegio. Haciéndoles sospechar que algo raro ocurría. Y hete aquí que colocaron una grabadora en la mochila, y descubrieron lo que resulta difícil de creer, la indignidad y falta de respeto de unos docentes hacia la niña. Cuesta entender, y ni siquiera se podría justificar por el hecho de que estos profesores no tienen formación para tratar a estos alumnos. Pero claro, en pleno siglo XXI en el que se supone que todos tenemos herramientas para poder conocer hechos como el descrito, resulta difícil de entender.

Creo que los progenitores se han querellado, en el ejercicio de un derecho que le es legítimo. Pero, la pregunta, a continuación sería si esta sociedad, en su conjunto, es capaz de ofrecer espacios de respeto y de cariño hacia personas que son diferentes. Es el hecho siempre constante y recurrente de una sociedad plural en el que caben todos y sobre todo en el que la solidaridad no es cosa de unos, sino del conjunto de la misma.

Cuesta entender que puedan darse casos como la que parece haber ocurrido, en estos términos, en un lugar, donde se supone se enseña, educa y difunden valores individuales y colectivos.

El refugio en muchos casos de los menores, que en este caso ha resultado ser nada beneficioso para esta niña, que en el colegio ha encontrado su mayor rival social. Es la sociedad de la antiética, la que no es capaz de maniobrar para ofrecer espacios tolerantes y solidarios al diferente. Tenemos que ser, por el contrario, audaces para ahondar en estos comportamientos y sacar de la colectividad ese sentimiento de pertenencia a un clan, o al efecto del individualismo. La sociedad debe proteger, y no estigmatizar como es lo que hacían estos docentes con esta niña. Y habría que preguntarse cuál era la reacción de sus propios compañeros ante semejante mala praxis educativa. Porque en este tema lo que subyace es el mundo de la mala educación, de aquella que pervierte el sistema referenciando al diferente, del que supuestamente es el que denominamos normal. Triste es esta sociedad que no es previsora en proteger y calibrar el daño causado hacia aquellas personas que no están dentro de los cánones previstos socialmente.

Levantemos la mirada hacia aquel o aquella que es diferente, la persona que no tiene la misma perspectiva o herramienta para estar en la sociedad de la normalidad, cada vez más en la anormalidad ante comportamientos insolidarios, intolerantes y vacíos de todo tipo de ética. Todo no puede empezar y acabar con estigmatizar al diferente, sino en acoger, amparar y proteger a todos en la igualdad, sin más connotaciones que el respeto más absoluto y firme hacia la dignidad humana.

*Abogada.