Acudí al Parlamento de Navarra a exponer por qué alguien como yo pertenecía al Foro Social, cómo era posible que alguien que venía de la cultura socialista, que durante los duros años del «plomo y fuego» tuvo que sufrir 12 años con escolta, cambiando de costumbres e itinerarios, afectando a mi familia sin poder hacer una vida normal, era capaz de colaborar con algunos con los que me confronté con dureza.

Quizá la explicación esté en que incluso en aquella oscura época intentaba comprender las razones del otro, su sufrimiento. Eso tiene que ver con un concepto casi desaparecido; la empatía. También mi pasado de lucha antifranquista influyó, pues a los ojos de los otros -los que gobernaban- pertenecía a esa misma orilla. O porque fui torturado y represaliado por mis ideas, en dos ocasiones por el afamado Billy el Niño. Nunca he podido tolerar esa depravación, mucho menos aún cuando sospeché que la practicaban los míos.

Era consciente que después de la desaparición de ETA, contra la que luché en primera línea de fuego, aún quedaba mucho trabajo por hacer. Entonces me di cuenta que ese trabajo lo exponía Foro Social en su ideario y en sus planes de trabajo.

Convivencia, normalización democrática, respeto a los derechos humanos y en concreto de los presos, derechos para todas las víctimas, y búsqueda de consensos. No soy un bicho raro, simplemente soy un demócrata que busca la convivencia.