La Casa Blanca ha ordenado mostrar las fotografías de los cadáveres ensangrentados de los hijos de Sadam Husein. El Gobierno de EEUU, el mismo que se indignó cuando vio imágenes de muertos y heridos norteamericanos por TV, argumenta que ha expuesto los rostros de Qusai y Udai porque los iraquís están más acostumbrados a la visión de un cadáver que los occidentales, y porque es necesario convencerles de que estos sanguinarios personajes están muertos. Visto el cúmulo de mentiras utilizado para justificar la guerra, no es de extrañar que se necesiten pruebas fehacientes. Pero falta ver si convencer a los incrédulos compensará el sentimiento de humillación que se pueda provocar en el mundo árabe.

EEUU no hace más que utilizar una táctica de escarmiento ancestral: mostrar como un trofeo al enemigo vencido. Hace siglos, se habría colgado a los Husein en las murallas de Bagdad. Hoy se reparten cederroms con sus fotografías para demostrar a los iraquís que el régimen ha acabado e intentar sofocar una resistencia que ayer mismo causó tres bajas más norteamericanas. Que EEUU recurra a las más viejas estrategias de la dominación colonial refleja las complicaciones de la ocupación y reconstrucción de Irak.