Con una intervención formalmente moderada, pero inflexible en el fondo, Bush reiteró ayer ante la Asamblea de la ONU sus planteamientos sin cambio de rumbo alguno. Buscó el apoyo de la ONU para la ocupación de Irak, pero bajo mando exclusivo de EEUU y sin ceder el poder real. Aspira a que continúe el negocio norteamericano en la reconstrucción y la explotación petrolífera, pero que a partir de ahora las bajas sean de soldados de otros países y que no se fije ningún plazo para devolver la soberanía a los iraquís. Bush proclama que el mundo entero debe ayudar a resolver el caos de Irak, devastado por una guerra decidida por él. Enfrente, Chirac mantuvo la que debería haber sido la postura común europea: si no hay un traspaso de responsabilidades a la ONU y un calendario de retirada, EEUU debe seguir asumiendo el precio de sus errores.

De esta deseable posición común europea desentonó de nuevo Aznar, quien llevó su incondicional apoyo a Bush hasta extremos nunca antes alcanzados. Por lo que llamó "el bien de Estados Unidos" y "la paz en el mundo", llegó a desear la reelección del presidente republicano. Compromete así a España con una injerencia que podemos pagar cara.