Las fuertes discrepancias en la OTAN, y el plan de Francia y Alemania para desarmar pacíficamente a Irak, que presumiblemente se presentará en la ONU, han desencadenado una crisis transatlántica sin precedentes desde que De Gaulle retiró a Francia en 1966 de la organización militar integrada ante el rechazo a sus pretensiones de codecisión en asuntos nucleares. La fractura que afectó hace 15 días a la UE se traslada ahora a la OTAN, donde Francia, Alemania y Bélgica se oponen a los ardores belicosos de George Bush.

Washington propende a la exasperación y los periódicos norteamericanos más belicistas cargan las tintas contra Francia. Pero no cabe duda de que el plan franco-alemán ofrece una oportunidad real de evitar la conflagración, aunque no sabemos si bastará para disuadir a Bush de forzar una decisión en el Consejo de Seguridad. Un factor inquietante revolotea por las cancillerías: Washington no desea que prevalezca un orden europeo que cuestione la hegemonía norteamericana. Donald Rumsfeld dejó bien sentado que pretende no sólo derrotar a Sadam, sino forzar "el fin de la historia" y la subordinación de "la vieja Europa". Por desgracia, una Europa desgarrada en esta hora crucial.