Salvando las distancias, por supuesto, estos últimos días de puertas abiertas del Congreso de los Diputados, con la formación de mesas y toma de posesión de los escaños de los diferentes y diversos diputados, que conforman la Cámara Baja en esta decimocuarta legislatura, se me antoja decir que me recuerda un poco al poema épico de la Odisea, de Homero, hacia el 800 antes de Cristo.

Allí Homero nos cuenta cómo la ciudad de Troya fue conquistada por Ulises y Aquiles, que veían que no había forma de conquistarla por la fuerza e idearon regalar a los troyanos un enorme caballo, figura sagrada para ellos, para así poder conquistar la ciudad desde dentro. Mientras picaban el anzuelo con el cuadrúpedo donado, otros guerreros griegos hicieron creer a sus enemigos que se marchaban con sus naves para luego volver y entrar a sus anchas en la ciudad a través de sus puertas abiertas.

Y, como digo, salvando las distancias, porque no creo que ni Ulises ni Aquiles tuviera ninguno la cara de pan que tiene Rufián, podemos ver similitudes en esta decimocuarta legislatura en la que un grupo de políticos catalanes, como entonces los griegos, se cuela en el Congreso de los Diputados para, desde dentro, acabar conquistando la Cámara Baja y conseguir sus objetivos separatistas.

Los demás diputados, como los troyanos de Homero, pican y se tragan el anzuelo y dejan entrar, entre los fieros leones que guardan las puertas del Congreso, al ‘caballo’ que esconde a los catalanes que, con sus apoyos, ayudas o abstenciones, engañarán a los otros igual que los griegos hicieron entonces con los de Troya.

Es terrible, increíble, y tremendamente repugnante que alguien quiera participar y formar parte de algo tan sagrado para un pueblo, como es el lugar donde se aprueban sus leyes y donde el objetivo principal y fundamental de sus miembros debe ser trabajar por la convivencia, el bienestar y la unidad de ese pueblo, para hacer desde dentro absolutamente todo lo contrario, es decir, romper la unidad del mismo.

PORQUE si analizamos la actitud de los diputados que se cuelan en la Cámara con otros fines muy distintos a los del resto de representantes, vemos que no tienen reparo alguno en aceptar móvil, ipad, además de dietas, sueldos y comisiones que cobran del estado del que forman parte como diputados electos.

Y lo paradójico de todo este asunto es que cobran y reciben los beneficios del propio país que ellos quieren romper. Reciben beneficios por su trabajo, cuando su trabajo es emplear todas sus fuerzas en luchar, desde el primer día que ocupan su escaño, para que una parte de ese país del que ellos son representantes se separe del resto y no forme parte de la unidad a la que ahora pertenece.

Los griegos del 800 antes de Cristo que se escondieron en aquel caballo, aunque algunos estudiosos dicen que era una especie de nave con una cabeza de equino en su proa, deseaban vencer a los troyanos para conquistar y gobernar ellos la ciudad, no para romperla ni separarse de ella. Por eso, a algunos nos cuesta trabajo entender que profesionales políticos que debieran luchar por la convivencia de los pueblos, se dediquen a gastar sus energías en hacer exactamente lo contrario.

Si pudiéramos encargar hoy al gran Homero que escribiera un poema sobre la decimocuarta legislatura que ahora comienza en el Congreso de los Diputados, seguro que lo haría, y sería buenísimo. Lo que no estoy seguro es si ese gran poema homérico del 2019 no resultaría más cómico que épico.

* Exdirector el IES Ágora de Cáceres