XLxas tropas griegas intentaron durante 10 años saltar las murallas de Troya sin éxito. Ulises , propuso construir un enorme caballo de madera en cuya barriga se esconderían los más valerosos soldados griegos. La flota griega se retiraría a la cercana isla de Ténedos, tras quemar el campamento para que los troyanos lo advirtieran y salieran ingenuos al campo. Un griego, fingiéndose fugitivo, quedaría fuera y contaría a los troyanos que este caballo estaba glorificado a la diosa Atenea , enemiga de los troyanos.

Los troyanos, muy adoradores de los dioses, cayeron en la treta. Lo aceptaron para ofrenda de los dioses, ignorando el ardid griego. El caballo, de tan grande no cabía por la puerta, de ahí que tuvieran que derribar parte de los muros de su ciudad. Una vez introducido el caballo, los soldados ocultos en él abrieron las puertas de la ciudad, tras lo cual la fuerza ocupante la asoló.

Sirva la metáfora para explicar qué está sucediendo a propósito de la reforma del Estatuto de Cataluña. Ya tenemos el caballo dentro del Estado, y ahora estamos viendo el desfilar de los más valientes nacionalistas por el Congreso y el Senado pidiendo aquí y allá derechos, parabienes y soluciones a sus particulares agravios. Y ahora que están en su particular desfile, para preocupación de una gran mayoría de los españoles, quienes derribaron parte de los muros para que entrara el caballo de Troya, quienes desoyeron el consejo de no dejarlo entrar, ahora, quienes crearon el problema son los que aportan las soluciones, soluciones que no van a poder restañar las múltiples heridas que el consenso constitucional tenía por superadas.

Tenía razón Vidal Quadras cuando en una conferencia, llena a rebosar en Barcelona, decía hace dos meses que "lo del Estatuto no es sólo un problema político, sino, esencialmente, psiquiátrico". Y decimos psiquiátrico porque este Estatuto tendrá competencia exclusiva sobre casi todo, incluido el tiempo libre de los ciudadanos: corresponde a la Generalitat la competencia exclusiva en materia de tiempo libre . Y no bastando con ello, incluye, en todo caso, el fomento y la regulación de las actividades que se lleven a cabo en Cataluña y el régimen jurídico de las entidades, públicas o privadas, que tengan por finalidad el ejercicio de actividades de tiempo libre . Como diría el abogado catalán Jorge Trías , "ni siquiera en la época de Mao y de la Revolución Cultural, cuando todos los chinos hacían gimnasia a la vez, se atrevieron a tanto".

Y es que esto, no tiene arreglo, por mucho que nos pidan que hagamos acto de fe sobre su bonanza para la salud de nuestro sistema democrático, o por mucho que exhiban una mayoría trufada de nacionalistas y separatistas. Vagan por el suelo patrio las tropas que antes se escondían tras la madera del caballo, y no van a regresar a sus feudos sin una parte del botín.

No tiene arreglo porque el Estatuto rompe con el modelo constitucional del 78, declara la independencia en base a recursos retóricos y, sin encomendarse a nadie, impone un modelo al resto de los españoles.

Pero con ser esto grave, más lo es que esto lo haya planteado un socialista como Maragall , miembro de un partido con vocación nacional, no nacionalista --o así debería ser--. Si hubiera sido Ibarretxe nos hubiéramos puesto de acuerdo, como así hicimos, en quemar el caballo de Troya a las puertas de la ciudad, pero como ha sido Maragall, aquí toca talante, aquí toca el pase usted hasta el corral, que decían nuestros mayores.

Ya lo dijo Zapatero en Cataluña, en la campaña electoral: aprobarían el Estatuto que viniera de esta comunidad, aunque luego dijera que lo dejaría limpio como una patena, o como recientemente, que aspectos como la financiación, en los términos que se planteaba, habría que sacarlos del Estatuto. ¿Tenía o no razón Vidal Quadras?

Los españoles, los extremeños, estamos preocupados, muy preocupados. Porque existe el sentimiento de que si se generaliza el Estatuto de Cataluña se desmantela totalmente el Estado, se ponen en peligro las pensiones, la seguridad social, en definitiva, nuestro bienestar.

Pasen y vean, si no. El presidente de la Xunta, señor Touriño , dijo el pasado día 6 que quiere "más autogobierno"; el presidente andaluz recordó su "deuda histórica"; el presidente de La Rioja pidió "el mismo grado de autogobierno para todas las comunidades autónomas"; el de Extremadura, que no pudo asistir --y al que le deseamos un pronto restablecimiento-- por boca de su portavoz, lo único destacable por todos los medios de comunicación fue su chiste inicial: "sosiéguense unos, desengáñense otros, porque hay Rodríguez Ibarra para rato". Esto es un lío, un tremendo lío. Se han metido ustedes en un callejón sin salida, y con ustedes, todos nosotros. Porque enmendar el Estatuto de Cataluña en exceso agitará a los independentistas que sostienen al Gobierno, y eso no puede ser. Y si no lo enmiendan en exceso, agitarán a millones de ciudadanos que se verán defraudados por concesiones inexplicables, y eso tampoco puede ser.

Nadie, absolutamente nadie, puede creer que en esta aventura iniciada por los socialistas catalanes todos ganen. Dice el castizo que la vaca da la leche que da y hay más manos que quieren ordeñar que órganos glandulares tiene la vaca.

El Estatuto de Cataluña se basa en un esquema normativo basado en la ruptura, la separación, la asimetría, el intervencionismo y la falta de solidaridad. La aplicación de estos principios al ámbito económico lleva irremisiblemente a la ruptura de la unidad de mercado.

Este Estatuto no es bueno para nadie, como tampoco lo sería la liquidación de las competencias estatales. España necesita una sólida dirección de la política económica, fuertes relaciones exteriores, peso en Europa, garantizar la seguridad de las fronteras y la seguridad ciudadana, y asimilar el gran incremento de población inmigrante. El Estatut tal y como está planteado, no es la solución, sino todo lo contrario. Ni tampoco abrir puertas a caballos de troya...

*Portavoz del Partido Popularde Extremadura