Entramos en la recta final de la carrera electoral, quedan cinco días para la meta, y de momento seguimos en la incógnita sobre si se producirá un resultado similar al 20-D en Extremadura cuando ganaron los socialistas o, como dice el CIS, el PSOE empatará con el PP a cuatro escaños, mientras que Podemos y Ciudadanos sacarán un escaño cada uno hasta completar los diez que representan a esta región.

Los socialistas extremeños no se creen las encuestas que le auguran un resultado peor que en diciembre y consideran que llevan bastante ventaja sobre el resto a pesar de esta vez hay más corredores con posibilidades en la pista. Mientras tanto, el PP pareciera que se alegrara más del mal ajeno que del bien propio, a la espera de que sus contrincantes de toda la vida tengan un pinchazo que les permita afrontar la remontada y volver al momento feliz que vivían hace sólo un año cuando gobernaban en la Junta y en la mayor parte de los ayuntamientos grandes sin ayuda de nadie. Y es que aunque esta cita se viva en clave nacional, no cabe ninguna duda de que los comicios tienen una vertiente regional, persiguiendo un objetivo común: conseguir un balón de oxígeno que permita respirar los próximos meses, bien para mantenerse en un gobierno en minoría como es el caso de Vara, bien para tener aspiraciones desde la anterior derrota como es el caso de Monago. En resumidas cuentas cada uno fijándose en su ombligo, sin darse casi cuenta de que Podemos y Ciudadanos cada vez están más cerca.

Al final los políticos extremeños han entrado en campaña a todo trapo. No estaba prevista tanta intensidad, pero pasa como en una comunidad de vecinos mal avenidos, que uno no se pone a blanquear la fachada hasta que ve al de enfrente y entonces lo hace doblemente. No se convocan demasiados mítines ni actos públicos, al PP le ha dado por los mercadillos y al PSOE por el puerta a puerta. Mientras, la tele y las redes sociales siguen inundando a un electorado harto y deseoso de que el trance pase cuanto antes y, por fin, se forme un gobierno que no salve de la parón antes de irnos todos de vacaciones.

Un veterano político de los ganaban muchas elecciones siempre decía que para vencer en unas elecciones en Extremadura hay que ser un buen jinete pero sobre todo hay tener un buen caballo, en el sentido de que en unos comicios nacionales por mucho que se empuje desde aquí, si el líder nacional es malo uno no se come un colín. Esta vez Rajoy no es que empuje demasiado, pero es que a Pedro Sánchez no lo quieren ni los suyos. Iglesias o Rivera se puede decir que gozan de la fuerza que les da su todavía escaso recorrido, pero la militancia e infraestructura de que gozan sus respectivas formaciones está muy lejos de cosechar los votos requeridos.

El asalto al poder para los emergentes está aún lejos en Extremadura, pero en la coctelera extremeña que suponen las urnas caben demasiados ingredientes, así que nunca se sabe si finalmente el resultado va a ser el esperado. No en vano, influye tanto la ideología como lo que sumen o resten los candidatos locales. En cualquier caso, ya lo dije la semana pasada, el pescado está casi vendido, los electores están más que cansados de postureos y poses de salón y quieren que se les hable de los problemas a los que se enfrentan a diario, no de las combinaciones que son capaces de hacer nuestros políticos o de los sillones que están dispuestos a repartir si gozan de su confianza.

Justo la semana que viene habrá un resultado encima de la mesa. A las 20.30 horas del próximo domingo empezará un dilema para muchos, tanto ganadores como perdedores, porque en suma todos van a perder un poco cuando sean conscientes de que no hay gobierno ni pinta de que se forme y ya nadie quiere una tercera vuelta. Será el momento de hablar de Política con mayúsculas y dejarse de mirar para atrás. Habrá que empezar a pensar en este país y en sus conciudadanos de una vez.