TDte vídeo era la cara del expresidente del Gobierno José María Aznar cuando el otro día pedía con cara de pocos amigos que le dejen en paz. Le acababan de echar encima la hemeroteca. Eso le ha puesto de mal humor, aunque no es el más indicado para pedir que le dejen al margen de las querellas políticas entre PP y PSOE. Carece de fuerza moral para reaccionar como virgen ofendida por el vídeo socialista sobre sus tratos con ETA después de haberse pasado estos dos últimos años, desde que se fue de Moncloa, paseando por el mundo su desprecio al Gobierno de su país, al que ha acusado de entregarse a los deseos de una banda terrorista y buscar la destrucción de España.

No tiene derecho a pedir que le dejen fuera de la política nacional cuando solo veinticuatro horas antes desfilaba entre pancartas que acusaban de "traidor" y "cómplice de asesinos" al presidente del Gobierno de la Nación, José Luis Rodríguez Zapatero . Un expresidente del Gobierno también tiene responsabilidades. Las tuvo cuanto hablaba de "abrirse a la esperanza, el perdón y la generosidad" para convencernos de que era necesario aprovechar cualquier oportunidad para la paz en el País Vasco. Y las tiene ahora cuando le niega a su sucesor el mismo derecho a desplegar la doctrina que se encierra en esas palabras. Las que salieron de la boca de Aznar cuando él ejerció ese derecho en su día, allá por el otoño de 1998.

Aznar no dejó pasar la oportunidad de la famosa tregua acordada en el seno del nacionalismo vasco. No podía dejarla pasar, por mucho que los etarras siguieran sin hacer explícita condena de sus propios crímenes . No era necesario, según él. "Basta con que acepten las reglas democráticas", decía el presidente del Gobierno de entonces con las mismas palabras que utiliza el presidente del Gobierno de ahora. Diferencias de contexto, claro. Algunas tan relevantes como la persistencia del terrorismo callejero mientras el presidente de entonces, a pesar de que los 439 días de tregua transcurrieron a una media de dos actos diarios de vandalismo, mostraba su disposición a ser generoso y a dialogar con la cúpula de la banda terrorista. Y cumplió.

Durante los quince meses que duró la tregua, entre septiembre del 98 y diciembre del 99, el Gobierno Aznar ni siquiera consideró la entrega de las armas de ETA como elemento imprescindible para iniciar un proceso de paz, pero sí el abandono de la violencia y la aceptación de procedimientos democráticos. Exactamente lo mismo que el actual Gobierno le exige a la banda terrorista, en un nuevo intento de alcanzar la paz. Equivocado o no, pero tan legítimo como el de Aznar, aunque ahora éste le niegue el derecho a intentarlo, a su sucesor en Moncloa.

*Periodista