TStiempre me resultó un libro retador Tres tristes tigres , de Cabrera Infante, el gran escritor cubano que acaba de morir en Londres. Retador por su innovación del lenguaje, por las dificultades para desentrañarlo, por lo novedoso de su entramado, por lo atractivo y difícil, por lo sustancioso del discurso que contiene.

Pero luego me sentí más atraído por La Habana para un infante difunto , que tantas veces he releído. Ellos me llevaron hasta sus relatos cortos, tan perfectos, tan redondos, tan acabados y originales. Y todo sin dejar atrás sus títulos más comprometidos, doloridos, desgarradores: Vidas para leerlas o Mea Cuba . Ahí está el Cabrera que denuncia, que toma una postura contra el régimen con el que al principio colaboró, contra Fidel Castro, al que se opondría de manera absoluta.

En Cuba se admira al escritor, aunque no se compartan sus ideas. Se lee en copias que se pasan de una mano a otra, en fotocopias repetidas. Incluso en las esferas oficiales, en la Asociación de Escritores y Artistas Cubanos, donde me han hablado con tanta admiración de su narrativa y tanto rechazo de las ideas que públicamente defendió contra el régimen implantado por Castro.

Ahora se nos ha muerto en Londres, con 75 años, tras ingresar en un hospital con una enfermedad que no le llevó a la tumba. A ella iría por una infección cogida en el centro sanitario, pues --según su mujer, Miriam Gómez -- los hospitales ingleses están sucios, no se limpian. O sea, dejó su Habana, su Cuba, donde los hospitales, los centros de salud son una prioridad (y se cuidan con el máximo sacrificio de una nación plagada por las carencias, por los embargos) para morir en medio de la opulencia que descuida la salud de sus ciudadanos, a pesar de los derroches en lo superfluo. La libertad le dio la muerte que no da al común de los suyos, a pesar de todo, la denunciada tiranía.

*Historiador y concejal socialistaen el Ayuntamiento de Badajoz