Aunque las tardes ya van siendo algo más cortas cada día, los días aún parecen que se estiran, culminando en esas apetecibles noches veraniegas burbujeantes de actividades lúdicas, paseos y tertulias callejeras. Desde Tarifa hasta Portugalete, y desde Brozas hasta Castelldefels, el ambiente vacacional lo impregna todo, y aunque muchos trabajan cotidianamente, las tardes salpicadas de pequeños placeres se eternizan entre terrazas, refrescos y piscinas, como alargando el tiempo del descanso. Es el esperado verano, el tiempo de las verbenas y de las fiestas populares, el momento de regresar a los orígenes, de reencontrarse con los amigos, y de visitar el añorado pueblo, siempre embrujado de recuerdos.

En la placidez del bullicio callejero, del gorjeo de los pájaros y del insistente canto de grillos y chicharras, nada parece recordar aquel otro verano de lutos estériles donde la muerte impuesta no entiende de edades, donde el dedo atrevido del poderoso apunta con la irrevocable determinación de matar. Hablo del incesante dolor con que los indiscriminados bombardeos israelíes golpean incansablemente a la población civil, niños incluidos, del norte del Líbano y de Gaza, que atrapados en un verano sangriento de muertos y mutilaciones sufren, y temen, mientras esperan la llegada del hambre, que siempre acecha agazapada en cada guerra.

Más de 300 civiles libaneses han muerto ya, superando los 500 el número de heridos en este país, desde que se desató la crisis, mientras que en Palestina el número de muertos es de más de 240 en lo que va de año. La situación es lastimosa: no hay suministro de agua y electricidad, desde que Israel reventó deliberadamente las instalaciones encargadas de proporcionarlo, y en la franja de Gaza faltan medicamentos, combustible y alimentos, debido a los sucesivos bloqueos fronterizos impuestos por Israel, afectando especialmente al millón y medio de palestinos que allí viven.

Ante la pasividad internacional, Amnistia Internacional ha hecho un desesperado llamamiento al Gobierno israelí, al Gobierno libanés, a la Autoridad Palestina, a Hezbolá y a los grupos armados palestinos, para que cesen los ataques contra los civiles y sus bienes, crímenes de guerra como los califican, instando al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a reunirse con carácter de urgencia para adoptar medidas que protejan a la población civil atrapada en el conflicto.

XY MIENTRASx los países pertenecientes al G-8 han preferido adoptar una postura complaciente con el socio israelí de los Estados Unidos, sin posicionarse frente al genocidio del pueblo palestino, y los países de la UE no se deciden a frenar esta irreversible masacre, limitándose a prestar una ayuda humanitaria de 10 millones de euros al Líbano, por recomendación de las ONGs, como la Cruz Roja, en España comienza a aparecer un sentimiento de rechazo al absurdo dolor impuesto al pueblo palestino y a todos los habitantes de la franja de Gaza y del Líbano. Cada día somos más los que no comprendemos por qué... Y en Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza o Valladolid, miles de personas han salido a la calle, el pasado jueves, gritando "¡No a la guerra!", de la mano del PSOE, las organizaciones sindicales y las ONGs. El mismo presidente del Gobierno ha tenido el comprometido gesto de dejarse fotografiar con una kufia (pañuelo palestino), reclamando al Gobierno Israelí el cese de las actividades y el respeto de la legalidad internacional, a pesar de las acusaciones de antisemita que ha recibido, desmentidas por la propia Federación de Comunidades Judías de España, en una carta dirigida a Moratinos , en la que asegura que es "inconcebible" acusar al Gobierno español de "antisemita".

Escribo estas líneas una noche serena y cálida de julio, con Joaquín Sabina de música de fondo, mientras escucho en la calle a los jóvenes despreocupados, que se montan una inocente fiesta entre amigos, en el mismo parque donde hace un rato jugaban un grupo de adolescentes, frente a mi casa, y un sentimiento de culpabilidad me embarga, atosigando mi mente con la imagen de las madres que entierran a sus hijos, de los hijos que se retuercen en los precarios hospitales, vencidos por el dolor físico, la desesperación y esa pena que nos agarra el alma, cuando el hachazo cruel de la vida nos impone el castigo de una enfermedad, o una herida, allí en Oriente Próximo. Y desearía hacer algo más que lograr un corredor humanitario.

El ruido de las motos a lo lejos es la única competencia del aullido de los perros, que ladran a la luna. La noche está estrellada, y de alguna manera me alegro que no sea mi pueblo el que está siendo bombardeado, de que mis hijas estén en Cáceres, y de que mi país no sea tan rico como para que a alguna potencia se le antoje convertirlo en una colonia, o tan estratégico como para despertar las ansias colonizadoras de los poderosos. En el cielo se observa, la misma bóveda celeste que hace unas horas surcó el cielo de Beirut, cuajada de estrellas: la Osa Mayor, Orión, Casiopea... y recuerdo aquel amigo libanés que estudiaba conmigo, y que se casó con una española, ¿Qué habrá sido de ellos? Piense en lo que piense me duele la guerra. ¿Qué podría yo hacer? Siento como una necesidad de paz, un arco-iris, el arco de la alianza, que se extiende desde Cáceres a Beirut.

*Profesora de Secundaria