Cuentan de la decepción de un cacereño de más de cincuenta años que de niño salía de su casa en la Ronda del Carmen Baja (actual Hernández Pacheco) cinco días a la semana dando patadas a un bote para ir al colegio por el Camino Llano hasta Santo Domingo. Los otros dos días los repartía entre la Trocha, Fuente Concejo y Fuente Fría, con el tirachinas, los campos de fútbol de la arena y del triángulo y el cine Norba y el del Señor Obispo. Para él Cáceres era la ciudad más hermosa; tenía todo lo necesario para disfrutar sin agobios, sin ruidos, sin sobresaltos ni prisas, era una ciudad tranquila, serena, cautivadora.

Ya de mozo, este cacereño cambió su recorrido, todos los días durante cinco años pateaba Miralrío, San Roque y Caleros, hasta el CEU, donde permanecía hasta media tarde. La ciudad seguía vistiendo sus galas y seduciendo a sus escasos pero entrañables vecinos. También se dejaban caer algunos forasteros, pocos, a los que ya empezaban a llamar turistas.

Catetolandia, cursilandia, La Rosa, el Capitol de verano, el Coliseum y la plaza de Italia eran alternativas muy apetecibles a los cacereños. Cáceres seguía siendo una ciudad de cuentos de hadas, y un simple punto en el atlas de España. Los turistas goteaban como un carrilero ínfimo que se deslizara por la pared de un bar, que decía Raúl Escalabrini.

Tomando café con un político, le dijo una tarde: "¿Por qué no bajamos la ciudad medieval al centro y extrarradio de Cáceres? En cada una de las rotondas de la ciudad se podría construir una maqueta de un monumento: en la del quinto centenario, el Arco de la Estrella, en la de la Universidad, El Arco del Cristo, y así hasta salpicar toda la ciudad con joyas como La Torre de Bujaco, Los Golfines, Las Veletas, La Generala, Las Juderías o la Casa del Sol. De este modo quienes usen nuestras carreteras de paso para viajar a otros lugares quedarán enganchados y harán una parada casi obligatoria". No le pareció mal la idea. Años después, ese cacereño ocurrente leyó en un periódico de tirada regional: El número de turistas desciende por segundo verano consecutivo. La ocupación hotelera baja cinco puntos y no supera el 50%.

Aquel político ya no está, pero está otro en su lugar, las rotondas con nuestros monumentos tampoco. Mientras, la comisión ejecutiva del consorcio Cáceres 2016 se gasta los dineros en apoyar eventos varios ¿? Y trasladar nuestra imagen a las estaciones de Atocha y Chamartín y un monoposte gigante en la carretera de Extremadura. ¡Qué decepción!