Durante siglos fue la localización geográfica de las ciudades la que influyó en su nivel de riqueza, desarrollo y conocimiento (el denominado genius loci ), pero esa predeterminación ha dejado de tener sentido en un mundo globalizado. No podemos ignorar el vertiginoso cambio producido en las sociedades, en las últimas décadas, gracias a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación.

La errónea percepción de las letras para Cáceres y las ciencias para Badajoz, con las que acabó hace tiempo la propia universidad implantando los títulos independientemente de la ciudad, se sigue manteniendo en el subconsciente de algunos que siguen opinando que en Cáceres podemos seguir viviendo de las piedras y que cualquier tiempo pasado fue mejor, sin darse cuenta de que en estos momentos el inmovilismo no significa quedarse donde se está, sino retroceder ante los demás que avanzan.

El pasado año el Ministerio de Ciencia e Innovación creó la distinción de Ciudad de la Ciencia y la Innovación, con la finalidad de reconocer a las ciudades líderes en la creación de ventajas competitivas gracias a la conjunción del capital intelectual y de conocimiento de sus recursos humanos y de avanzadas infraestructuras innovadoras científicas, tecnológicas y sociales. En total han sido 30 las distinguidas de acuerdo a su nivel de población: mayores de, 100.000, entre 100.000 y 20.000 y menores de esta cifra.

XNO SE CUANTASx ciudades de Extremadura han participado en esta convocatoria, ni seré yo quien contribuya al rancio localismo que tantas veces ha estrangulado el crecimiento en nuestra tierra, pero quiero manifestar la satisfacción de ver que Cáceres haya conseguido un objetivo nada fácil teniendo en cuenta la dura competencia referida por la propia ministra de Ciencia y Tecnología. Con la consecución de esta distinción, que hoy recoge la alcaldesa en Madrid, se logra colocar a Cáceres en la elite de toda España en factores de Innovación y Sostenibilidad. Ser considerada Ciudad de la Ciencia y la Innovación, no es colgarse una medalla, es lograr unos efectos prácticos como la colaboración con todos los municipios que han resultado galardonados en una Red de Ciudades de la Ciencia y la Innovación (Red Innpulso), o es hacer que Cáceres se convierta en ciudad preferente a la hora de comenzar cualquier proyecto o de incardinar eventos sobre Ciencia e Innovación; es también tener preferencia para la ubicación de instalaciones científicas y tecnológicas de titularidad o participación estatal.

No entiendo la postura del Partido Popular criticando en Cáceres lo que valora como extraordinario en Valencia. Este tema no puede, por mezquindad de miras, entrar en el debate político. Ser Ciudad de la Ciencia es sinónimo de ser una ciudad que se renueva y moderniza, que progresa y crece. Es un reconocimiento al ayuntamiento que ha presentado y anhelado la candidatura, pero lo es también a las empresas, medios, colectivos y grupos que con su esfuerzo han logrado esta distinción.

Ser Ciudad de la Ciencia y la Innovación no es un premio a los cacereños del pasado que supieron dejarnos un patrimonio excepcional, es un premio a los cacereños de ahora, que trabajan por un mejor futuro para nuestros hijos. Es al mismo tiempo un compromiso que obligará a rendir cuentas dentro de tres años, si se quiere mantener la distinción en lugar de ser expulsado del club de los elegidos.

En las ya lejanas navidades de 2007 celebramos en Cáceres en el museo municipal un taller de la ciencia con el eslogan que sirve de título a estas líneas. Era el Año de la ciencia, y la ciudad quiso apostar a su manera por la ciencia y la innovación, demostrando que la ciencia también puede ser divertida. Era el inicio de un largo recorrido, el momento actual ya lo conocen, el futuro pasa por hacer realidad el proyecto Cáceres creativa o por la creación de nuevas infraestructuras como el Museo de la Ciencia en la ciudad, pero debe suponer también que cambiemos la imagen de que una ciudad con un rico patrimonio cultural no puede ser también una ciudad de la ciencia, cuando la realidad es que ciencia es también cultura.

No quisiera terminar este artículo sin reconocer que evidentemente todo lo dicho para Cáceres es aplicable a Almendralejo, que también recibe hoy la distinción, una ciudad que ha sabido unir a su carácter agrícola hasta hace poco tiempo, su proyección industrial e innovadora. Mi enhorabuena para ambas.

*Profesor de la Facultad de

Formación del Profesorado-Uex.