Periodista

Se pone vehemente Iñaki Gabilondo: "Lo que ha dicho Ibarra es una barbaridad". Se ponen estupendos los socialistas catalanes: "Ibarra necesita pedagogía". Truena Durán i Lleida. Se indignan editorialistas, opinadores, columnistas y políticos de la izquierda, la derecha y la víscera nacionalista... Rodríguez Ibarra propone que los partidos que no alcancen el 5% de los votos de toda España no tengan representación en el Congreso de los Diputados, aunque sí en el Senado, y se forma la de San Quintín.

He seguido muy de cerca durante 20 años las campañas políticas de partidos nacionalistas y su mensaje era claro: "Vótennos a ver si tenemos la suerte de ser necesarios para que gobiernen el PP o el PSOE y entonces venderemos nuestros votos a cambio de dinero para autovías, trenes rápidos, subvenciones para modernizar la flota pesquera, etcétera". Simplificando, ese es el mensaje que van a comunicar hasta marzo el BNG en Galicia, la URA en Asturias, el PRC en Cantabria, EA y PNV en Euskadi, la CHA en Aragón, el PR en Rioja, el PANCAL en Castilla y León, CiU y ERC en Cataluña, el PA en Andalucía, CC en Canarias y diferentes partidos regionalistas y nacionalistas en Valencia y Baleares. Todas estas formaciones podrían conseguir alguna representación parlamentaria y todas echan ese anzuelo: "No lo olviden, con 30.000 votos podemos alcanzar un diputado, ser imprescindibles para gobernar y vender nuestro escaño a precio de AVE". Lo que Ibarra propone es, simple y llanamente, poner freno a ese sarpullido regionalista y nacionalista que a la hora de la verdad tiene como única superestructura ideológica el dinero, adornado, eso sí, con una pizca de bable, unos pasos de jota o la derrota comunera en Villalar.

Ibarra no se ha echado al monte ni ha desbarrado. Sólo ha dicho la verdad que rumian millones de españoles en silencio. Lo que sucede es que lo ha dicho en campaña electoral y el PSOE necesita los votos catalanes, baleares, cántabros y de no sé cuántos sitios más. Es decir, es una propuesta inoportuna para la seducción electoral inmediata, pero muy oportuna si se entiende la política como dicen que se debe de entender: más sublimada por el largo plazo de lo filosófico que adulterada por la inmediatez de lo estratégico.

Ibarra ha puesto sobre la mesa la realidad cruda de la política española: lo más rentable hoy por hoy es montar un partido regionalista o nacionalista, inventarse un imaginario colectivo autóctono (lo mismo vale un frontón que un cachirulo, un queso de Mahón o la Virgen de Covadonga), conseguir uno o dos diputados con el 0,5% de los votos españoles y chantajear a los grandes partidos.

Ibarra no desbarra, como mucho es un empecinado orteguiano que cree que España sigue siendo un proyecto de vida en común y un recalcitrante Quijote que en lugar de montar un partido nacionalista chantajista extremeño se pone a gritar las verdades que nadie quiere oír justo cuando todos se dedican a cortejar a CHA, a CC, a BNG, a PA, a CiU, a UM, a URA, a EA, a PRC y a la madre que los parió.