Ayer mañana me encontré con la sorpresa horrible de que no había café. Quienes necesiten para empezar, aunque sea sábado, esa bebida negra y querida, comprenderán mi desesperación. Imposible enfrentarme a las obligaciones que apareja el fin de semana de una madre veterana, profesora en pleno maratón de evaluaciones de final de curso, escritora mediocre de artículos, cocinera de una familia que por fin puede reunirse y coordinadora sin honores de la estructura y actividades de un hogar como cualquier otro. No sin café.

Afortunadamente había sucedáneo. Un bote de polvo marrón de prestigiosa etiqueta y sabor simulado, aunque de cierta eficacia para sugerir la existencia de un desayuno suficiente. La vida marca y cada una es como es, así que me ha dado por asociar mi trauma cafetero con el que sufrimos al declararse súbitamente el estado de alarma y profes y alumnos, junto con todos los pueblos de España, nos vimos condenados a cruel confinamiento. A casa nos mandaron sin café. Sin la posibilidad de vernos, preguntar, responder, comprobar, controlar, estimular, acompañar en vivo. Nos quedó el sucedáneo, la pantalla, el audio, el vídeo, las caritas asustadas enmarcadas en sus cuartos, con su intimidad y la nuestra a la vista y un largo e incierto camino por delante.

La tragedia es que todos no teníamos el mismo sucedáneo y muchos, sobre todo el alumnado, no lo tenía en absoluto. Algunos poseían una primera marca y otros… nada. Todos al principio nos lo tuvimos que pagar de nuestro dinero. Luego se arbitraron algunas soluciones improvisadas e insuficientes. El sucedáneo no es la solución. Aunque algunos alumnos lo prefieran y se sientan con él motivados o su sabor les estimule, para la mayoría es una rémora. Lo han visto las autoridades y preparan un septiembre con café verdadero. Ya hablan de 25 alumnos por clase. Olvidando lo ocurrido. Mi exigencia es que, si se vuelve a interrumpir el suministro y hay que recurrir al sustituto, todos tengamos a nuestra disposición la primera marca sin gastos extras. Y que no volvamos a las andadas.

*Profesora