Se han llevado a cabo unas jornadas sobre Desarrollo Rural en la escuela de verano en Mérida, en las que se habló del enfoque socialista sobre la ruralización en Extremadura, --resumido en la frase del anterior presidente "Vayamos juntos, aunque sea más despacio"-- y su influencia en el proceso de modernización de Extremadura. Varios de los intervinientes en las jornadas entienden que ese enfoque es una de las causas de que el proceso de fijación de la población al territorio y el acercamiento de los servicios básicos a todos los municipios, habría producido una situación mejor de la que puede observarse en zonas próximas (Castilla y León, especialmente) donde la despoblación y el abandono de pueblos ha sido y es un problema muy importante.

Aun así, la Extremadura rural sufre de despoblamiento, y una de sus causas es la exclusión que sufren los habitantes de las zonas rurales, entre las cuales una de las más sentidas es la propia exclusión financiera provocada por la escasez o inexistencia de crédito para atender sus necesidades. Ese fue, históricamente, el motivo de la aparición de los ´pósitos´ primero, como entidades orientadas al adelanto del dinero preciso para las siembras y aperos, y más tarde de los Montes de Piedad y de las mismas Cajas de Ahorros que nacen con vocación provincial y hasta local, para cubrir esas necesidades, acaso pequeñas para las nacientes economías capitalistas del siglo XIX que originaron las grandes concentraciones de capital, generalmente en manos de los Bancos, y que requerían también la captación de ahorros donde quiera que estos se generaran.

El pasado siglo, para Extremadura, estuvo también lleno de esos desplazamientos de capitales para una industrialización que apenas nos rozara y de desplazamientos de población, con el mazazo demográfico que supusieron las décadas de los 50 y 60, durante las cuales perdió Extremadura más de la mitad de su población. La crisis del petróleo del 73, que coincide con la crisis de la Transición, frena en seco la emigración y a partir de los 80, la emergencia del gobierno autónomo y la aplicación de políticas en el sentido arriba citado ayudan a mantener la población, con la PAC y los fondos europeos ayudando a elevar el nivel de vida de las zonas rurales.

El papel que las Cajas tuvieron, y tienen, en esos procesos, en Extremadura, como agentes que evitan la exclusión financiera, así como en allegar capitales para los proyectos de interés regional que se susciten, ha sido analizado y descrito en multitud de trabajos sobre la materia. En relación con la exclusión, es casi un lugar común que la mayor parte de las oficinas que estas entidades mantienen en decenas de pueblos (en muchos de los cuales son la única entidad financiera) no son oficinas rentables en los términos de rentabilidad media nacional utilizados por los analistas del sistema financiero (dada la baja población y actividad empresarial relativa que suelen cubrir) por más que tengan una rentabilidad social fuera de toda duda, por las razones expuestas.

Ahora, cualquiera que sean las explicaciones más o menos coyunturales que quieran utilizarse, se trata de concentrar a esas entidades en grupos "más fuertes" (tan fuertes como Lehmann Brothers, quizá, como si lo grande fuera garantía de buena gestión) aunque la presión que han ejercido los Bancos desde hace treinta años al menos para hacerse con el control de las Cajas y evitar así una competencia que no les gusta podría estar en la propia raíz de los cambios en curso. Y no creo que Europa o el mundo estén preocupados por las Cajas españolas: son los Bancos los preocupados y los que aprovechan el río revuelto de la crisis, para que se permita ese proceso de cambio de titularidad y de función que, como poco, alejará los centros de decisión de las cajas extremeñas de sus propios territorios de origen.

Aquí cabría hacer un inciso sobre la posibilidad de que los Bancos estén utilizando aquel dinero barato de unas compras de activos dudosos, subastas que iban a publicarse y de las que no se ha sabido más, excepto que esos capitales no han ido a mejorar la situación de disponibilidad de crédito por parte de las PYME o los ciudadanos, sino para adquirir, de una forma u otra, gran parte de las Cajas de España. No sería mala jugada.

Sea como fuere, el proceso abierto conduce a la privatización de las Cajas para acabar muy probablemente en bancarización, haciendo primar la rentabilidad económica y excluyendo la rentabilidad social de los criterios de dirección y funcionamiento de las mismas. Esto supondría favorecer al capital financiero centralizado lo que, casi inevitablemente comportará el cierre de oficinas en el medio rural, a medio plazo.

El fantasma de la exclusión financiera reaparecería y el despoblamiento como posibilidad latente sería de nuevo reactivado. Los extremeños están acostumbrados a pelear contra corriente: casi nunca los vientos centrales han ido a su favor. Ahora también tendrá que luchar por mantener y, si esto no fuera ya posible, incluso, crear un sistema financiero autónomo que impida que esa secuencia viciosa se consume. El propio ´modelo extremeño´ de fijación de la población al territorio está en juego.