TAt Humberto Delgado (general sem pavor) y a su secretaria les arrojaron cal viva para hacerlos desaparecer después de su vil asesinato por el fascismo portugués. Manuel Fraga Iribarne , que por entonces andaba como ministro de Desinformación, arrojó cal viva sobre las letras de España para borrar el apunte democrático que representaba aquella aventura frustrada de Portugal por la libertad y velar cualquier noticia sobre el tema. La cal viva que cubrió los cuerpos de los etarras muertos sin el más mínimo tributo a los derechos humanos, abrasó las manos de los responsables de Interior e incluso borró la trayectoria y expectativas electorales de un gobierno democrático porque en democracia la cal viva no es alternativa al estado de Derecho. Fraga se baño en Palomares para lavarse las manos. Felipe González pagó con una derrota electoral y Aznar llegó a la Moncloa.

En las Azores, cuando Tony Blair, José María Aznar y George Bush decidieron matar a cañonazos las moscas de Sadam en Irak, no se aprobó la cal viva sino que se planificó a espaldas del derecho y del sistema democrático, el uso de abrasivos más contundentes.

Apelar a la cal viva ahora es volver a llamar al verdugo de Berlanga mientras visita las cuevas del Drach para que ajusticie la verdad en una pesadilla gris. Es darle un brochazo en blanco y negro a un congreso de un partido democrático como es el PP que quiere legítimamente vestirse con los colores de renovación y traer a los españoles una alternativa moderna, atractiva y limpia para luchar, legítimamente, contra el partido que gobierna porque así lo ha querido el pueblo. Si la cal viva quema las manos de quien la maneja, ¿qué no hará en la boca de quienes la escupen?

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala