No hace falta que les diga que ha comenzado abril y que no hay nada que me guste más que echar un vistazo al calendario y ver todo lo que nos queda por delante hasta que llegue el mes siguiente. Abril será época de elecciones generales, claro que sí, aperitivo y, quizá, sirvan de guía de lo que serán las municipales y autonómicas del último fin de semana de mayo. Cuántas emociones nos esperan y cuánta palabrería hueca nos queda por escuchar. Y, sobre todo, cuántas promesas vanas que se irán al retrete en cuanto usted, si así lo desea, meta su voto en la urna. Qué curioso son estos tiempos. Hasta quienes antes se hubieran jurado que no pactarían nunca con el enemigo, hacen ahora amago de firmar donde sea por gobernar este santo país.

Pero, políticos y candidatos al margen, abril será el mes de la Semana Santa. Por fin las calles se llenarán de gente para acudir al espectáculo que supone en cada ciudad repetir un ritual bello y cargado de simbolismo para muchos, sean creyentes o no. Echaremos de menos al abuelo Tomás, que el pasado viernes fue despedido por su familia y amigos y que ha dejado un hueco en el corazón de los vecinos del barrio cacereño de Moctezuma. Quienes le conocimos y le queremos siempre guardaremos su mirada buena. Como tantos guardias civiles que vivieron los tiempos del contrabando con Portugal y que nos dejaron el ejemplo en esa España rural que ahora decae.

Abril también será la época de la luz en las playas, ojalá se cumpla mi profecía, y de ferias del libro por san Jorge. Nos quemará en las manos la primavera y habrá que ir sacando la ropa de verano de las cajas. Volarán las tardes porque ya cambió la hora y el horizonte se llenará de buenos deseos. Señoras y señores, ya ha llegado uno de los mejores meses del año. ¿Quién da más?