Merry Gordon, Milans del Bosch, González del Yerro, Polanco Mejorada, Pascual Galmés, Quintana Lacaci - En las tertulias del posfranquismo, la lista de los capitanes generales con mando en plaza era citada de carrerilla como la lista de los reyes godos en las escuelas de la posguerra. Y con los dos apellidos, como los árbitros de primera. Resiguiendo sus nombres se dibujaba en el imaginario colectivo un temible gigante --el vencedor de la guerra civil-- que, en cualquier momento, podía enfadarse y acabar con una democracia balbuceante, llena de sueños idealistas y pesadillas reales, como la crisis económica (15% de inflación y 12% de paro), la conflictividad laboral y los asesinatos de ETA y el GRAPO (un militar, guardia civil o policía muerto cada dos días).

Aunque pueda resultar increíble ahora para los 15 millones (casi un tercio) de españoles que nacieron después del 23 de febrero de 1981, las Fuerzas Armadas eran una institución temida y, para muchísimos, odiada, al igual que la Guardia Civil y la Policía Armada. Constituía lo que, en aquellos reprimidos tiempos de seudónimos, sucedáneos y subterfugios, se convino en llamar un poder fáctico , esto es, una institución supuestamente independiente de la clásica de división de poderes del Estado democrático y con suficiente legitimidad auto-otorgada para acabar con las libertades si sospechaba que la integridad territorial se encontraba amenazada. Los apóstoles de esta autonomía militar insistían en que defender la indisoluble unidad de la patria era una misión que le encomendaba la Constitución, aunque soslayaban intencionadamente que en el mismo artículo de la Carta Magna se obliga a las Fuerzas Armadas a defender el ordenamiento constitucional .

Una nueva alianza

Treinta años después de la intentona golpista, las Fuerzas Armadas componen la institución del Estado mejor valorada por los españoles, según los últimos sondeos del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), incluso por delante de la monarquía y del Defensor del Pueblo, que acompañan al Ejército en el podio. Conquistar la confianza de la sociedad no fue un camino de rosas para los uniformados ni para los dirigentes políticos que han gobernado España durante estas tres décadas. El mérito de este reencuentro está muy repartido, pero hay aportaciones destacadas, como las de Alberto Oliart, Narcís Serra y Eduardo Serra , que siguieron la senda empezada por el teniente general Manuel Gutiérrez Mellado (Carme Chacón tenía 9 años el día del golpe).

Pero a comienzos de los 80 había más poderes fácticos y jugaron un papel nada secundario en el ambiente opresivo que precedió y condujo al drama catártico del 23-F. La Iglesia, la banca y los grandes empresarios eran, para la izquierda y buena parte de la derecha democrática, los otros jinetes del apocalipsis involucionista. Fue significativo que, a lo largo de la interminable tarde-noche del 23-F, la Conferencia Episcopal Española y la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) guardaran un silencio ovino, pese a que sus cúpulas estaban reunidas antes de que Antonio Tejero irrumpiera en la Carrera de San Jerónimo. Años después del putsch, el empresario Alfredo Molinas , que entonces presidía el Fomento del Trabajo Nacional, no tuvo inconveniente en reconocer que a los empresarios de entonces no les preocupaba la disyuntiva democracia sí o democracia no , sino si había peligro de que aquello desembocara en una guerra civil .

Otro dato que revela el estado de ánimo de muchos patronos es que, pocos meses antes de la rebelión, el actual presidente de la CEOE, Juan Rosell , entonces un empresario de 23 años, escribió un libro, España en dirección equivocada , en el que propugnaba un Gobierno "por encima de partidos e incluso de ideologías" que podría estar "capitaneado por una personalidad independiente, incluso un militar". La operación De Gaulle propugnada desde variopintas tribunas políticas y periodísticas madrileñas y que intentó adaptar ladinamente el general Alfonso Armada . La historia es tan caprichosa que la ahora tan valorada institución del Defensor del Pueblo ha estado encabezada hasta hace pocos meses por Enrique Múgica , que, cuando era dirigente del PSOE en 1981, recabó apoyos entre otros grupos parlamentarios de la oposición para tumbar a Adolfo Suárez y promover un Gobierno presidido por un general. Jordi Pujol ha dado fe de ello.

Otra vez protagonistas

En estos últimos meses, tras muchos lustros de democracia irreversible, tanto la banca y la patronal como la Iglesia vuelven a ser protagonistas en la calle y en la prensa. Las primeras, a cuenta de la recesión (indudable), y la última, por la (más difícil de probar empíricamente) crisis de valores morales del Gobierno. Banca y patronal se han modernizado como las Fuerzas Armadas, aunque no gozan de tanto aprecio por los poco optimistas titulares que han dado en los últimos meses las entidades financieras y Gerardo Díaz Ferrán , hasta hace poco patrón de patronos.

En cuanto al episcopado, que tan decisiva apuesta a favor de la democracia y la reconciliación realizó durante el mandato del cardenal Vicente Enrique y Tarancón , ha bajado a las catacumbas del cariño popular, a causa sobre todo de la pétrea gestión --un aggiornamento en sentido inverso-- de Rouco Varela al frente de la Conferencia Episcopal. La intolerancia de la actual cúpula eclesial ha situado a la Iglesia en el furgón de cola de las instituciones examinadas por el CIS. En mala imagen solo es superada por el Gobierno central y los partidos, dos de los pilares de la democracia que fueron zarandeados por los golpistas y que el 24 de febrero de 1981 salieron muy reforzados del palacio de las Cortes.

La sombra de EEUU

Aunque no era un poder fáctico en aquellos años, la sombra de EEUU pesaba como un plomo en la política española. Bajo la administración del republicano Ronald Reagan , la reacción oficial de Washington ante el tejerazo se limitó a un escueto "se trata de un asunto interno". Muchos darían ahora un brazo por que Wikileaks o similar sacara a relucir los despachos que la Embajada de EEUU en Madrid envió a Washington días antes, durante y después del 23-F.

*Coautor de ´El 23-F en Cataluña´ yguionista de ´El 23-F desde dentro´ (TV-3). Premio Ondas 2001.