TLta camarera de Moctezuma sabe que es la estrella de la barra. El pelo rubio, el escote calculado, el pantalón corto y la dosis justa de sonrisas para no dar excesiva confianza a los clientes que acuden tras el partido de baloncesto del Cáceres a echar unos tragos. El descanso del guerrero, que llega el fin de semana, tras unos días duros de trabajo. Se lo merecen.

Aunque apenas sobrepasa la veintena, ella ya sabe bien los trucos del oficio. Estar detrás una barra no es fácil. Hay que saber convivir con el ánimo que trae la clientela de casa o del trabajo y, para eso, hay que valer. Y ella conoce los códigos para atraer al público, un lujo en tiempos donde la oferta es amplia y la competencia, mucha. Mientras el grupo de amigos celebra la victoria de su equipo con otra ronda, la camarera desaparece un momento para echar un pitillo. El escenario parece vaciarse hasta que la joven vuelve a aparecer. El ritual de mover vasos, servir copas y charlar con los clientes se repite.

Aún es pronto. Ni siquiera han dado las doce y todavía quedan por delante unas cuantas horas más para saciar la sed de los noctámbulos. Pero seguro que ella no se inmutará. Desde la barra la vida se ve mejor y todos los gestos de complicidad de la camarera son bienvenidos. Así de sencillo. Suenan Antonio Vega, Los Secretos... y, antes de la tercera copa, los seguidores del Cáceres deciden que una retirada a tiempo es la mejor victoria. Seguro que volverán tras el próximo partido en el Multiusos. Dará igual que su equipo haya ganado o no, porque en la barra seguirá la estrella de la noche.