La Constitución consagra al Senado como cámara de segunda lectura legislativa, pero el PP, al que le gusta arrogarse en exclusiva la defensa de la Carta Magna, subvierte esta institución al convertirla en escenario de todo tipo de cambalaches con las leyes.

Como ha denunciado por escrito un letrado del Senado, el PP abusa de la ley de acompañamiento cuando introduce como enmiendas algunas normas completas ajenas a la ley que está modificando, y sin abrir un debate con la oposición. Por esa vía se ha deslizado en la ley de arbitraje la reforma penal contra Ibarretxe y se ha regulado, de forma particularmente torpe, la retirada en el acto del permiso de conducir. La oposición no puede luego discutir esos cambios en el Congreso, ya que el reglamento no lo permite.

Aunque estas prácticas empezaron hace años, ha sido en la etapa del PP cuando se ha convertido el mecanismo excepcional en regla. Pero legislar a placer, forzando las vías legales y marginando a la oposición, es una grave afrenta a la institución parlamentaria y al electorado del que emana su legitimidad. Para evitar que la mayoría de turno caiga en esa eterna tentación, los partidos deberían consensuar una reforma reglamentaria que ponga fin a estos atropellos.