Desde hace unos meses, mis amigas del Facebook no me hablan de hijos ni de cremas. Ahora recibo, supongo que por mi pasado cajero, mensajes como este: "¿Crees que la caja donde tengo mis ahorros es segura?". Hace 20 años la pregunta me hubiera asombrado. Las cajas eran el paradigma de la solvencia. En 1977 se creó el Fondo de Garantía de Depósitos como consecuencia de la crisis bancaria y para cubrir los depósitos de los ahorradores. Durante décadas, el fondo de las cajas de ahorro estuvo a rebosar; ninguna entidad necesitó utilizarlo. Sin embargo, el de los bancos mostró números rojos hasta 1996. Los bancos de Rumasa, Banca Catalana, Banesto- Desaparecieron más de 50.

¿Qué ha pasado para que duden de las cajas? Hace años que los expertos internacionales avisan de la necesidad de reformar las cajas españolas. Se trata de una muerte anunciada que, como pasa frecuentemente en este país, nuestros gobernantes no han impedido. Les iba bien. Que fueran sus repartidoras. Los políticos recalificaban suelo y las cajas daban crédito. Que financiaran proyectos absurdos como Terra Mítica o el aeropuerto de Ciudad Real. El desplome del ladrillo y la falta de independencia de muchas de las cajas, intervenidas por el poder político, está en la base de la crisis.

Europa ha mandado parar. A las entidades que no cumplen los ratios de solvencia solo les queda fusionarse, venderse o recapitalizarse. Y esperemos que no sean nacionalizadas, engrosando así el déficit público, como ha ocurrido en Irlanda. Ya no basta con cambiar el nombre o poner un nuevo logotipo de colores en la puerta. De las 45 cajas de hace dos años quedan 17, pero los analistas apuestan a que se reducirán a cinco, y que serán bancos. Esta es la buena noticia: quedarán las mejores. Y no dudarán de ellas.