Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo?´ es una recordada película al pelo para reflexionar sobre la situación postelectoral extremeña. Parafraseando el título, reformularíamos la pregunta "¿Por qué hablan de ideologías cuando lo que se ventila es el reparto y disfrute del poder?". Antes de entrar en materia convendría precisar que ni el poder es malo en sí mismo, antes bien es un elemento indisociable y necesario de la sociedad; ni las ideologías llevan impreso en su código de barras la bondad innata o la felicidad perpetua, en tanto han de adecuarse a situaciones concretas. Por eso, y porque era una falaz ilusión aquello del fin de la historia y del ocaso de las ideologías, considero que existe excesivo confusionismo en la simplificación, y mucho artificio en el manejo de situaciones y de sentimientos.

Izquierda o derecha, cambio o continuidad son coordenadas interpretativas que utilizan interesados y medios de comunicación cuando se dirigen a los ciudadanos para explicarles una realidad que escapa de su control, al ritmo de la caída en picado del voto en la urna. Superado el momento electoral, el de los requiebros, complacencias e incertidumbre, llega el tiempo de los subterfugios, imposturas, etiquetas encubridoras y coartadas pseudoideológicas. Vuelven a desaparecer matices y se recupera interesadamente la dialéctica opaca entre apariencias y realidades, y el dilema superficial de la izquierda y la derecha. Como si la izquierda o la derecha fueran un lugar y no una posición relativa y dinámica que se alcanza más que por la palabra, por la acción, teniendo en cuenta que unos y otros, aunque no todos, han podido desde el poder transformar la realidad. Como si fuera más importante autoproclamarse y alardear, que enseñar credenciales de una actuación consecuente. Como si la etiqueta fuera más importante que el producto.

XEN EXTREMADURAx estos sobreentendidos dibujan un panorama donde aparentemente sólo hay una derecha y una izquierda, que en ocasiones se bifurca con el surgimiento de un añadido que generalmente suelen considerar más molesto que simpático. Y al que la izquierda hegemónica, con indisimulado sentido de superioridad, adula o desprecia, engulle o divide, según la dirección que marque la rosa de los vientos. Ya saben aquello de las casas comunes, y de las gracietas sobre lo hundida que está la Izquierda Unida.

Pero la ideología se encarna en personas que con talante y talento, aptitudes y comportamientos hacen posible o increíbles las expectativas colectivas proclamadas y programadas. Las que otorgan credibilidad o desnaturalizan a las ideologías. Por sus obras y frutos los conoceréis, pero qué difícil resulta a veces encontrar concordancias entre dichos y hechos, entre lo que cabría esperar y al final es. En la izquierda socialista extremeña, y por supuesto en la derecha popular, ha habido y sigue latente mucho franquismo sociológico, lo cual es casi natural, dado el componente generacional de quienes accedieron al poder en la Transición y todavía están o manejan los hilos de la política. En las actitudes y comportamientos de muchos socialistas que han asumido responsabilidades de gobierno difícilmente cabe encontrar señas de identidad y valores claramente identificables y atribuibles a la izquierda. Y eso vale tanto para el pasado como para el presente. Claro que hay excepciones y que hay personas que gozan de merecida reputación, y yo, modestamente, puedo presumir de haber colaborado con algunos de ellos. Y por supuesto que todo debe contextualizarse, que no han de escatimarse logros o magnificar fracasos, y que los análisis y los balances no pueden supeditarse al color del cristal con que se mire.

Algo parecido, aunque a mayor escala, ocurre en el escenario nacional. Una izquierda, la socialista, que alardea de talante pero que ha demostrado carecer de talento para enfrentarse con problemas acuciantes, analizar la realidad y ofrecer soluciones y alternativas singulares e identificables. Y que ha preferido el eslogan a la reflexión, el talante al talento. Y todo para que al final se desmorone el castillo de naipes, y para que la desnudez ideológica resulte patente. Con el talante se reconforta el espíritu, con el talento se satisfacen las necesidades del cuerpo, pero lo importante es compaginar el talante con el talento, y eso sólo puede surgir de la regeneración y la reflexión, y no de la soberbia, la prepotencia real o impostada, o de una pretendida superioridad moral.

El problema de este siglo XXI es que, aún siendo imprescindibles las izquierdas y las derechas, se siguen utilizando como reliquias del siglo XIX, sin someterlas a fuerte revisión. Creo honestamente que la izquierda, y particularmente en Extremadura tras casi treinta años no interrumpidos en el poder, necesita una profunda regeneración, de personas, de ideas, de objetivos y de metodología. Por eso considero que el resultado de estas elecciones ofrece una interesante oportunidad que ojalá se sepa aprovechar, porque la historia enseña que desde el ejercicio del poder, tal como aquí ha quedado descrito, no cabe la regeneración, y sí la degeneración y en algunos casos la corrupción. Y esto último, como tantas otras cosas, no tiene por qué ser de izquierdas ni de derechas, simplemente es.

*Profesor Historia Contemporánea. Uex.