WLw a situación por la que está atravesando en los últimos días la franja de Gaza vuelve a estar fuera de control y en manos de los espíritus más radicales después de la matanza provocada el pasado miércoles por el Ejército de Israel. Las disculpas que hasta ahora ha expresado el Gobierno de Ehud Olmert por haber causado la muerte de 18 inocentes --seguida de una tan rápida como difícilmente creíble investigación que ha concluido que hubo un fallo técnico, de modo que los misiles cayeron donde no querían que cayeran-- apenas atenúan la sensación de que, de nuevo, Israel ha optado por la política de tierra quemada para combatir a los grupos palestinos que disparan misiles de fabricación casera sobre posiciones cercanas a sus reductos.

Por otro lado, la dedicación casi monográfica de la reciente campaña electoral norteamericana a la situación en Irak ha mantenido relativamente oculta la degradación de las últimas semanas en la franja de Gaza en el doble plano, político y militar.

Ni el acercamiento frustrado del presidente Mahmud Abbás a Hamás para formar un Gobierno de concentración ni las operaciones desencadenadas por el Tsahal sobre una tierra martirizada han podido hacerse un hueco en las preocupaciones cotidianas de la comunidad internacional. Y el silencio ominoso de la Unión Europea, con la celebrada excepción de España, que ha estado presta en censurar la matanza israelí del miércoles, ha contribuido a mantener la crisis en un segundo plano.

Celebradas las elecciones y confirmado el cambio de mayoría en el Cámara de Representantes, algunos datos invitan a pensar que, en la tragedia humana palestino-israelí, pocas cosas cambiarán. En primer lugar, porque ni siquiera las voces más críticas con el presidente George Bush se han alzado para pedir contención al Gobierno israelí. En segundo lugar, porque una eventual pérdida de influencia de Estados Unidos en Oriente Próximo excluye un cambio sustancial en la tutela del Ejecutivo de Olmert o cualquier otro. En última instancia, porque el Partido Demócrata está lejos de disentir de forma inequívoca y radical de la orientación que el Gobierno republicano ha dado a sus relaciones con los países árabes y con Israel.

La reelección como independiente del senador por Connecticut Joe Lieberman, miembro eminente de la comunidad judía norteamericana, partidario de la invasión de Irak y de la mano dura en Palestina, ilustra que la causa israelí, con independencia de la intemperancia del Gobierno de turno, sigue disfrutando de un grado de comprensión ilimitado en Estados Unidos, incluidos los estados más liberales e ilustrados de la costa este. Una situación ideal para que el bando palestino de los apocalípticos siga creciendo al mismo ritmo que la devastación en los territorios ocupados, sometidos a una violencia sin fin.