El informe aprobado en la Comisión de Igualdad del Congreso de los Diputados es una recomendación para que el Gobierno resuelva una incongruencia histórica que se remonta a 1942, en plena segunda guerra mundial, cuando Franco decidió cambiar el huso horario vigente, el que correspondía a la Europa más occidental, por el central, que regía en la Alemania hitleriana. Fue una decisión exclusivamente ideológica que nunca se rectificó, ni durante el franquismo ni en democracia. De ahí proviene que, por ejemplo, exista el mismo horario oficial en Galicia que en Praga, con casi dos horas solares de diferencia. La medida, auspiciada por expertos y por la Comisión Nacional para la Racionalización de Horarios Españoles persigue ajustar nuestro reloj biológico, adecuando el ciclo solar diario a su latitud horaria más conveniente, con la finalidad de transformar usos y costumbres, dormir más y obtener mejor rendimiento en una agenda cotidiana que viene marcada, especialmente, por la hora 'tardía' en la que almorzamos, cenamos y dormimos.

La hipotética introducción de esta variación no afectaría de golpe al ritmo de vida de los españoles, porque a estas alturas entendemos como normal, formando parte de una cierta cultura del país, que se den, y tarde, extensas comidas al mediodía, que se llegue a casa entre las nueve y las diez de la noche, que el prime time televisivo empiece a esa hora (y no a las ocho como en el resto de Europa) y que un porcentaje altísimo de programas se extiendan hasta medianoche. Por no hablar de según qué horarios futbolísticos. Costaría cambiar mentalidades, pero sin el traspaso estatal al huso del meridiano de Greenwich, cualquier iniciativa que pretenda la conciliación de la vida laboral, la personal y la familiar, y que racionalice los horarios, parece condenada al fracaso.

Deberían intervenir también, en el ajuste y la revolución en los hábitos (ciertamente anclados en la mentalidad española), las escuelas, las empresas, la propia Administración, las televisiones y una concienciación ciudadana que contemplara, en la adecuación del reloj biológico, una manera más sensata de vivir y trabajar, tal y como predicen los expertos y en la línea de una ley de conciliación que permita aprovechar mejor el tiempo, lograr una mayor productividad y gozar más del ocio y la familia.