La Casa Real Española tiene la sabia prudencia de no anunciar, ni respaldar, ni consentir noviazgos: sólo anuncia compromisos nupciales. Y es que un noviazgo es una circunstancia que puede llevar al matrimonio. O no. Y siempre sería desairado para las partes haber tenido a la opinión pública pendiente de idas y venidas.

El presidente del Gobierno cometió la imprudencia de anunciar a bombo y platillo una especie de comienzo de noviazgo con el terrorismo de ETA, rompiendo la cautela de Felipe González y de José María Aznar , que llevaron a cabo esos flirteos sin someterlos a la curiosidad pública. Participada la sociedad del cortejo, no debe extrañar que cualquier decisión relacionada con presos etarras o el cosmos abertzale sea interpretada con las gafas del noviazgo. No digo que la excarcelación de De Juana , precedida por una esperpéntica huelga de hambre, no hubiera tenido eco en la sociedad, pero habría sido bastante menor que el producido, porque todo el mundo --toda la sociedad, y no sólo el PP-- como conoce el dato, se siente con la autoridad de interpretar si ese gesto significa que el noviazgo va bien, que ya andan de la mano, o que alguno de los miembros de la pareja está enfadado por un devaneo desconocido.

Metidos en ese túnel, no hay otra salida que seguir hacia delante, con la pesada carga de que las demás actividades del Gobierno quedan sometidas a la lógica expectación de lo anunciado a bombo y platillo. En un túnel, a izquierda y derecha, sólo queda la pared. El presidente Zapatero es un optimista contumaz, que está convencido del éxito de su misión, y vislumbra, al final, una luz que indica la salida. Pero hay otros pesimistas, no menos empecinados, que mantienen que la luz que se vislumbra al final del túnel corresponde a un tren que viene en dirección contraria, con los resultados fáciles de prever. De momento, en un aparcamiento de Barajas, ya nos topamos con un vagón de mercancías. www.luisdelval.com