Caminaremos por las fases hasta conseguir la nueva normalidad que, tras esta pandemia internacional sin precedentes, permitidme que la tilde de siniestra, conoceremos. Ya sabemos que será nueva, hemos tenido que aprender o adaptarnos a unas nuevas formas de relacionarnos, de querer y cuidar a los demás por encima de nosotros mismos, de disfrutar de nuestro entorno, de saber mirar a nuestro hogar... incluso de adaptarnos rápidamente a todo lo que continuamente cambia.

El virus nos adentró en un túnel desconocido que hace que solo tras ver y experimentar podamos conocer, donde nada es lo que parece y donde la incertidumbre campa a sus anchas. Esto último genera que el miedo y la inseguridad busque certezas, palabras seguras, fáciles, nada nuevo en tiempos convulsos, es un principio tremendamente humano, a pesar de los progresos perviven en nuestras conductas más primitivas, por más listos que nos consideremos ahora frente a los ciudadanos de siglos pasados, en otras épocas provocó líderes espirituales llamados curanderos, adivinos, chamanes... Existen muchas figuras que podrían representarlo, y ¿ahora?

Ahora hay quien sabe todo, sabía y conocía lo que iba a suceder perfectamente, en cambio, sorprendentemente no modificaron sus conductas, saben lo que pasará, en cambio, vemos a todos los países afectados por esta pandemia tomar diversos caminos para acabar con el virus... ¿Cuál es el acertado? Quizá sea el que respalde quien investiga y profundiza pacientemente, quien duda, quien trabaja sin cesar en su empeño, quien pone su conocimiento al servicio del bien colectivo, quien piensa en probar esperando resultados, quien tiene conocimientos previos perfectamente formados, quien trabaja con la humildad de saber que aún queda mucho por conocer, quien perfecciona hasta la excelencia, quien conoce la responsabilidad de tener vidas en sus manos; quizá sea el adecuado quien marque la ciencia y sus avances, quien marque los expertos, quizá requiera más paciencia, contención, dudas e incluso todo eso no implicará que no se cometan errores, pero aún doy por seguro que será más seguro, válgame la redundancia. Hay un fragmento en el final de la Desheredada de Pérez Galdós que me gusta mucho repetir: «Si sentís anhelo de llegar a una difícil y escabrosa altura, no os fiéis de las alas postizas. Procurad echarlas naturales, y en caso de que no lo consigáis, pues hay infinitos ejemplos que confirman la negativa, lo mejor, creedme, lo mejor será que toméis una escalera.»

Confiemos en los criterios elaborados por los expertos, confiemos en la paciencia de caminar y transitar por las fases, seamos fuertemente conscientes de responsabilidad colectiva, todos y todas somos parte de la solución, nuestros pequeños gestos serán los que nos impulsen a la salida de esta crisis. Creamos en la ciencia y en nuestro esfuerzo diario, será ahí donde, seguramente, se encuentre la solución. Las palabras huecas, los insultos tóxicos, las grandilocuencias sin incógnitas son solo eso: milagros, el sorteo de la lotería, las dietas de dos días, las cremas rejuvenecedoras.

*Filóloga y diputada del PSOE.