El Brexit es solo la punta del iceberg de uno de los procesos de vuelta atrás más preocupantes del mundo contemporáneo: la negación de la colectividad frente a la identidad. La desintegración de la UE comenzada por Reino Unido es un símbolo, por lo que significa de enmienda al camino emprendido tras la II Guerra Mundial.

Algunos llevamos años escribiendo sobre la ruptura de los consensos que se produjeron tras 1945. Somos voces que clamamos en el desierto, debe ser porque no hay conciencia suficiente de lo que significó terminar con las grandes guerras que asolaron Europa y pusieron a la especie humana contra las cuerdas.

La ruptura de esos consensos comenzó siendo económica y ha terminado siendo política. La desestructuración de las clases medias ha supuesto la desestructuración de los consensos nacionales y esta, a su vez, ha ido socavando los cimientos de la globalización política. Se da la paradoja de que la globalización política era la única herramienta para embridar la globalización económica, que ha sido la causante de este proceso de desestructuración. Un círculo vicioso diabólico.

El Reino Unido, fuera de la UE desde el pasado viernes, a su vez, se está desestructurando. Su consolidación política, clausurada con éxito tras lograr terminar con el terrorismo separatista del IRA (2008), se ha comenzado a revertir con el anhelo independentista de Escocia (2014). De hecho, un 62% de los escoceses votaron a favor de quedarse en la UE en el referéndum del 23/06/2016, y ahora quieren hacer valer ese deseo mayoritario uniendo, en un mismo proyecto político, europeísmo e independentismo.

Hablando de independentismo, el ejemplo más emblemático está cerca: Cataluña. España parecía haber alcanzado un importante grado de consolidación política, hasta que la crisis económica de 2008 dejó al descubierto todas las contradicciones y debilidades. No es casual que el proceso independentista catalán comenzara en uno de los picos de la crisis (2012). Hay quien aún no sabe o no quiere verlo, pero ese proceso es a España lo que el Brexit a Europa: solo un síntoma. Lo que subyace es el fracaso casi absoluto del proyecto del Estado de las Autonomías, y cuanto más tardemos en acertar con el diagnóstico, más tardaremos en curar la enfermedad.

El proceso de desestructuración europeo y los procesos de desestructuración nacionales (Reino Unido y España son solo los dos ejemplos más claros), se insertan en una estructura mundial también decadente. En el ámbito económico, amenazada por el desprecio de los derechos laborales en el gigante chino, que arrastra al resto del mundo en la depreciación de los costes laborales y, por tanto, de las condiciones de vida. En el ámbito político, dos de las grandes potencias (Rusia y China) son regímenes autoritarios, con el impacto que tiene eso en el desprestigio de la democracia a nivel mundial.

El tsunami destructor afecta en círculos concéntricos a todos los niveles, de manera que la decadencia mundial, la desestructuración de Europa y del resto de bloques y los problemas de muchos estados nacionales tienen su correlato en la descomposición de los movimientos sociales, las familias y las identidades colectivas. De hecho, el efecto último de este proceso es el encerramiento progresivo en unidades cada vez más pequeñas, cuyo única consecuencia posible es la entronización de los deseos individuales sobre el bien común, es decir, el reinado del individualismo atroz que lleva, si es necesario, a la eliminación del otro para la imposición de la propia identidad.

El asunto es de una profundidad sociológica y política que requeriría la movilización de toda la sociedad y, especialmente, de académicos, expertos y líderes políticos. Pero si somos incapaces de llegar a un solo acuerdo fructífero sobre el cambio climático, cuyas consecuencias se ven a diario, ¿cómo se pueden abordar soluciones a un problema que es ‘invisible’?

Junto a la ‘deslustración’ (abandono del conocimiento y la razón), la desnaturalización (abandono de la naturaleza) y la despolitización (abandono de la política), la desestructuración (ruptura de las estructuras sociales), amenaza con devolvernos a velocidad de vértigo a tiempos que, en este caso, con seguridad, no fueron mejores.

* Licenciado en Ciencias de la Información