TYta se publicó el Real Decreto de convocatoria de elecciones y en breve se habilitará un crédito extraordinario para pagar una nueva campaña, a los mismos partidos que han tenido nula capacidad para negociar. Y han inventado el amigo y el enemigo como elemento argumental para no negociar en bien del país. Ahora parece que tratan de discutir, en torno a una mesa, si rebajan sus presupuestos de campaña. Lo que, a pesar de la legislación electoral general, queda claro para la inmensa mayoría de los ciudadanos que ya sabemos lo que van a decir, lo que nos van a prometer, y desde luego, ahora sí, lo que van a hacer. Es el fracaso de una legislatura tan pequeña, como pequeño ha resultado la capacidad de negociación de los partidos. Una tiene la sensación, dada las coaliciones que se están haciendo, y que se pretenden hacer que ha habido una coartada para provocar un nuevo proceso electoral. Y lo más indignante de todo ello es la escasa capacidad de autocrítica ante un fracaso, que ha minado la confianza de los ciudadanos a la clase política, así como su nivel intelectual para manejar una situación difícil, pero no menos compleja que lo que requiere una democracia representativa, en la que las fuerzas políticas están y se mueven dentro de un marco democrático. Por eso, a priori, lo de amicus y enemicus, una no lo entiende del todo.

Pues bien, como a los ciudadanos al menos nos queda nuestra capacidad crítica hemos de ser duros con el panorama resultante, con la insensatez en la que se han manifestado, en general, pues se ha sido tan ineficaz como mediáticos para mostrar esa falta de no eficacia, desde el punto de vista del argumentario periodística, pero ineficaz desde el punto de vista de enfrentarse a sus responsabilidades y a las demandas de los ciudadanos.

XDESDE LUEGOx un fracaso en una responsabilidad en nuestros puestos de trabajo, en el mundo laboral común, no se solventa con una nueva oportunidad, con aumentar derechos adquiridos, y con un venga usted de nuevo cuando le convenga. De ahí que en numerosas ocasiones se hable de la distancia entre la clase política y los ciudadanos a los que representa. No hay duda de que las reglas de juego no son iguales, es una especie de status, ya no hablo de casta, porque esta palabra la han utilizado hasta la extenuación, y para caer en lo mismo de siempre. Esto es, una clase privilegiada, que superpone los intereses de los ciudadanos al juego de la diatriba política.

De ahí que el fracaso de estas nuevas elecciones tenga más que ver no con el resultado, ni siquiera con la lectura del resultado, sino con la inutilidad de ofrecer nuevos resortes, compromisos y actitudes a los problemas ingente de una sociedad que está cambiando. Que lo que le servía hace unos años, ya no tiene nada que ver. Que el Estado del Bienestar es y debe ser la máxima para cualquier representante público. Que esas escaramuzas de la clase política, en forma de pose, nos dan bastante igual a la inmensa mayoría. Que lo que os importa de veras es no retroceder en ese Estado del Bienestar luchado y ganado a pulso por una sociedad, como la española, con una larga historia, y con tiempos muy difíciles a los que se ha sabido sobreponer. Por esto, una no entiende, a veces, esa beligerancia cuando lo que debiera importar es el bienestar de la inmensa mayoría. Y lo que nos detrae de este jugo político es el privilegio de, en general, esa clase dirigente porque le sale muy barato no haber cumplido con el sentido de la responsabilidad de haber escamoteado un escrutinio, complejo en el resultado, pero sincero en el veredicto.

Por esto, lo de la campaña electoral, a pesar del crédito extraordinario del que van a hacer uso, va de más, porque los cuatro meses de impenitente conato de consenso y de atribuciones gubernamentales nos han descifrado y dado la medida de la clase dirigente. Que consensuan los dineros para sus campañas, y son incapaces de consensuar el dinero público para educación, sanidad o políticas públicas de empleo, más allá de discursos o excesivamente economicistas, o excesivamente benefactores.

Esta sociedad, la española, al decir de algunos ya ha madurado, pero al decir de estos como el que hoy describimos, una legislatura del fracaso, padece, en exceso, de una memoria del pasado.