Inmersos como estamos en una incesante campaña electoral, no está de más recordar, para comprender las sinuosas tácticas de los candidatos, lo ocurrido en 1934, en el estado de California. Más concretamente, el duelo electoral entre el candidato republicano, George Hatfield, y el demócrata, Upton Sinclair. Contra todo pronóstico, este último, procedente de las filas del socialismo, había ganado las primarias del Partido Demócrata y se había convertido en un peligroso rival para la plutocracia californiana. Con solo dos meses por delante, antes de la votación, los republicanos tuvieron que improvisar una estrategia para lograr el triunfo de su líder.

Por primera vez en la historia de las campañas electorales, una consultoría política, Campaigns, Inc., fundada solo un año antes por Clem Whitaker y Leone Baxter, recibió el encargo de asumir el control de toda la maquinaria electoral, que incluía el pergeño de la estrategia, la organización de eventos, la publicidad y la supervisión financiera. Disponían de un generoso presupuesto para ello y a fe que lo usaron a conciencia. Su manual de instrucciones era de lo más sabroso. Se trataba de conseguir un eje temático sobre el que girase toda la campaña y de seguir unos consejos básicos: lanzar mensajes simples, no dar explicaciones, repetir machaconamente una idea, evitar la complejidad y personalizar los ataques. ¿Les suena?

También les sonarán estas otras artimañas, ya usadas entonces: el uso de la hipérbole, el estigma, la caricaturización del adversario, la explotación de los miedos primarios y los prejuicios. Una última estratagema se nos viene a la mente al escuchar a algunos candidatos del panorama nacional hablar del sanchismo: Whitaker y Baxter aconsejaron a su cliente que no mencionase en sus discursos al Partido Demócrata como tal, sino que hablase del sincliarism.

Esta pionera consultoría política, fue también contratada exitosamente por la Asociación Médica Californiana, primero, y la Asociación Médica Americana, más tarde, para oponerse a sendos proyectos del gobernador Warren y del presidente Truman para implantar un sistema sanitario de Seguridad Social. Innecesario aclarar que ambas propuestas fueron finalmente derrotadas, pese al entusiasmo inicial con que fueron acogidas por el electorado.

Todo ello confirma que la política hace tiempo que se convirtió en una mercancía y que los ciudadanos no dejamos de ser unos ingenuos clientes dispuestos a dejarse embaucar por unas más o menos sofisticadas técnicas de merchandising, en las que unos candidatos con un aspecto impecable de jefes de planta de centro comercial, se esfuerzan con denuedo por convencernos de las maldades del competidor más que por vendernos las bondades de su propia mercancía, muchas veces intercambiable.

Por si fuera poco, cuentan para sus objetivos con las nuevas tecnologías. La omnipresente y todopoderosa televisión, junto a la radio y la prensa escrita, ha ido perdiendo enteros en los últimos años, para dar paso a medios mucho más inmediatos y herméticos que se escapan al control y la fiscalización de las instituciones públicas. A este respecto, fue especialmente rentable para sus intereses el uso de Facebook por Donald Trump en las últimas elecciones americanas: logró que unos miles de potenciales votantes demócratas se quedasen en sus casas. Esa fue la clave.

*Escritor.