TYta lo he dicho otras veces: la Reforma Agraria portuguesa, que tuvo lugar a raíz de la llamada Revolución de los Claveles de 1974, fue el acontecimiento socio-político y económico más importante que tuvo el país vecino a lo largo del siglo XX, y uno de los hitos de la historia social general de la segunda mitad de ese pasado siglo. Más de un tercio del territorio nacional se vio implicado en un movimiento semiautogestinario muy equiparable al que ocurrió en parte de Extremadura durante el Frente Popular y primeros años de la Guerra Civil.

Ahora, se cumplen 30 años de lo que fue el Primer Encuentro sobre la Reforma Agraria (que tuvo lugar en Evora, el 9 de febrero de 1975) y al que asistieron nada menos que 30.000 campesinos, algunos de los cuales ya habían comenzado a ocupar fincas baldías, de terratenientes absentistas, y otros se preparaban para comenzar a realizarlo, pese a que los decretos ministeriales no acababan de ser aprobados por los gobiernos provisionales del momento. O sea, las masas campesinas se anticipaban a las medidas gubernamentales, y este acto de Evora marcaba un hito de relevancia sin igual, por lo masivo de la concurrencia y las decisiones firmes que se tomaron.

Un millón cien mil hectáreas de latifundios serían ocupadas en pocos meses, y unos 70.000 trabajadores se asentaron en 550 unidades colectivas de producción, que coordinaban sus actuaciones revisándolas en encuentros anuales de evaluación y proyectos.

El sueño, ya lo sabemos, duró poco, pues apenas dos años después comenzó la ofensiva contrarreformista, que lo dejó todo como estaba antes de la Revolución, en 12 años de revisión y devoluciones desgarradoras de las conquistas.

Al cumplirse 25 años de aquel encuentro histórico, en el 2000, estuve en Evora, por sus conmemoraciones. Centró los discursos el histórico dirigente comunista Alvaro Cunhal, que ya lo hiciera un cuarto de siglo antes: no estaban 30.000 trabajadores espectantes, sino 500 asistentes que en parte no dejaban oír los discursos con su vocerío intrascendente: muchos se encontraban allí como el que va a la plaza a echar el rato de paseo. Ahora, treinta años después, apenas alguna voz se levanta para conmemorar y denunciar lo que luego pasó. Nos queda eso, el recuerdo de la historia y el amargo consuelo de que los perdedores no cuentan más que en los grupos minoritarios alejados del poder.

*Historiador y concejal socialistaen el Ayuntamiento de Badajoz