Don Benito marcará un antes y un después. Le tocó a la feria de Agroexpo ser la primera muestra de cabreo supino del campo en la calle y, aunque luego vinieron los olivareros de Jaén y los tractoristas de Madrid, el revuelo de Don Benito llegó a los confines de este país para poner el campo en el centro del debate. Para este mes están previstas concentraciones en Málaga y Córdoba el día 13, en Asturias el 14, en Murcia el 21, en Sevilla el 25 y de nuevo en Extremadura a final de mes con un corte masivo de carreteras. ¿Pero por qué ahora? ¿Por qué el campo, que lleva años siendo injusta su situación con respecto a los precios, se levanta en este momento? Pues considero que hay un sentimiento de hartazgo general por parte de quienes trabajan la tierra que se ha colmado con la subida del salario mínimo a los jornaleros, existe una cierta contestación contra quienes ostentan la representación de los agricultores y han ‘despertado’ otras organizaciones que deben hacer más ruido para que se les oiga a ellos por encima de los de siempre y, por último, está la política que se ha hecho extremista en todos los ámbitos de la sociedad y ha entrado de lleno en la agricultura.

Lo agro, lo rural frente a lo urbano, donde se asientan buena parte de nuestras tradiciones, es un caldo de cultivo perfecto para proliferar una u otra ideología. La España interior también existe. No todo es Madrid, Cataluña y la costa Mediterránea, donde parece haber estado la política todos estos años. Este terreno ha despertado de su letargo y el foco mediático se ha instalado ahí, con lo que los partidos políticos han decidido entrar de lleno.

El campo, la caza, si me apuran los toros, el pueblo frente a gran ciudad, son argumentos extraordinarios para ser abanderados contra «un gobierno socialcomunista» como dicen que solo mira por cuestiones impuestas que nada tienen que ver con lo nuestro, lo común, lo de siempre, con España.

El PP, Ciudadanos y ahora Vox parecen haber encontrado un cauce de oposición letal para este gobierno y, si pueden y les dejan, no lo van a abandonar. No se olvide que si el campo se siente huérfano buscará donde apoyarse y si las organizaciones agrarias de siempre no se ponen las pilas y se sitúan al frente de las movilizaciones --y el gobierno se adormece y sigue más pendiente de Torra o Junqueras que de las cosas de comer--, serán otros los que ganen la batalla.

En Don Benito, cuando el estallido agro derivó en enfrentamientos con la Policía, se pudieron visualizar nuevas organizaciones agrarias como Aseprex con mayor contundencia en la protesta. De hecho uno de los componentes de este colectivo protagonizó un abrazo posterior con el policía que le había estado atizando que se convirtió en viral en las redes sociales. Rápidamente, recibí varias llamadas de teléfono preguntando de qué partido era este nuevo colectivo y en concreto si se aproximaba a Vox. Como si UPA fuera del PSOE, Asaja del PP y Coag de Podemos. O la Unión de Ciudadanos, por citar las más conocidas.

Todos sabemos qué tendencia tiene una organización agrícola determinada, si se mueve más por la derecha o por la izquierda, pero qué duda cabe que si eso se pone de estandarte y no la defensa conjunta de los intereses del campo, tienen sus días contados. Si se va a pedir implicación política para ir detrás de la pancarta se estará desvirtuando el sentido de la protesta.

Considero que no hay que perder el foco y antes que empujar o empezar a insultarse habrá que aprovechar el momento para sacar tajada. Si se ha conseguido que el campo, por primera vez en mucho tiempo, pase la barrera de la M-30 de Madrid y sea tema de conversación en tertulias radiofónicas o abra telediarios nacionales o portadas de periódicos, habrá que buscarle rentabilidad ¿no? Si el gobierno, viendo la que le viene encima porque tampoco es tonto, ha decidido girar la cabeza y no ya el ministro de Agricultura sino el propio presidente del Gobierno se ha empecinado en solucionar el problema de los precios habrá que dejarle hacer e incluso animarle para que no abandone el tema hasta hallar la solución.

Don Benito y todo lo que ha venido después (al margen de la protesta y de la política), ha servido para que la gente, sobre todo la que vive en las grandes urbes, entienda que es ilógico y por supuesto injusto, que un producto desde el campo al supermercado experimente un incremento de precios del 700%, que un kilo de aceitunas se pague a 0,74 céntimos al agricultor y cueste en la tienda 4,78 euros. Porque así cada vez será menos rentable el campo y cada vez será menos posible mantener su estatus.

Haber entendido eso, haberlo asumido e interiorizado, vale un potosí. Ha merecido la pena salir a la calle.