Dramaturgo

Ante las esquelas, avisos, notas informativas y las futuras fotografías de enfermos de pulmón agonizando por culpa del tabaco, hemos reaccionado como no se podía esperar menos, camuflando las cajetillas con fundas o pitilleras de vivos colores, dibujos atractivos, paisajes idílicos e invitaciones a disfrutar de la vida... fumando.

No se podía esperar menos siendo conscientes de la sociedad en la que vivimos. ¿Cómo iba a prosperar tamaño alegato realista en un medio social que rehúye cualquier forma de realidad? ¿Cómo iba a funcionar una campaña sanitaria entre quienes estamos convencidos de que vivimos en el mejor de los mundos, comemos más rápidos y mejor que nunca, somos más bellos, delgados, apolíneos que el canon de Policleto, y nada de nada nos perturba nuestro sueño de colores consumista?

Ocultaremos esas fotografías de enfermos terminales con la misma técnica que utilizamos para ocultar a los hambrientos del tercer mundo, a los solitarios que pululan nuestras calles (a ésos los vestimos de Papá Noel y le cantamos el Vuelve a casa vuelve de El Almendro), a los marginados, a los que sufren guerras injustas, a tantos y tantos que afean nuestra hermosa sociedad de colores, publicidad, árboles de Navidad, televisiones chillonas y vacaciones con palmeras de Bacardí.

Bajo los colores de las fundas pitilleras sabremos que corre la muerte, al igual que bajo nuestras alfombras de desarrollo sabemos que corre la desigualdad y la injusticia. Pero no importa, porque no lo vemos, porque no lo queremos ver, porque lo feo, lo real y lo verdadero no regalan nada en las promociones de los hipermercados y los sueños, sueños son.