TAt ciertos gobernantes les gusta más dictar una norma, sobre todo si es una prohibición, que a un tonto un lápiz. Los alcaldes de Francia que han tenido la genial ocurrencia de vetar los burkinis en las playas han caído en una tentación muy frecuente: poner orden en la vida pública, y a veces la privada, a golpe de decreto y ordenanza. El Consejo de Estado de Francia resolverá este viernes sobre estos vetos, que han alcanzado su paroxismo en Niza. Allí, la policía local, debidamente armada, ha arremetido contra el ofensivo y denigrante burkini y ha ordenado a una musulmana tendida al sol que se quitara la blusa. Guerra al burkini, aunque sea un pantalón y una camisa.

Nadie puede imponer los gustos ni las convicciones. Las personas, muchas de ellas mujeres, que han criticado el burkini por lo que supone de negación de los derechos de la mujer tienen mucha razón en buena parte de los argumentos que plantean. ¿Pero bastan esas razones para imponer multas por llevar ese atuendo? En Cataluña, la justicia le ha tenido que parar los pies a varios ayuntamientos que, en una triste reacción en cadena, montaron normativas para prohibir el burka.

Pero, ¿es burka todo lo que reluce? La Administración tiene la obligación de velar por la seguridad de las instalaciones públicas y debe impedir que nadie oculte su rostro con un velo o con el casco de una moto. Lo malo es que este principio ha valido para redactar ordenanzas abusivas cuando no ilegales.

Resulta que los alcaldes franceses, debidamente jaleados por el primer ministro, Manuel Valls, multan por llevar burkini, hijab, pañuelo o lo que huela a musulmán. Sí. El problema es que sea musulmán, no la defensa de la mujer. Los amables vecinos corsos que desataron la polémica la liaron parda porque eran atuendos identificados con una identidad religiosa y cultural: la musulmana. Cierto es que muchos musulmanes varones pueden ir a la playa vestidos como quieran. Sin embargo, nada hubiera pasado si las bañistas hubiesen sido religiosas católicas con sus hábitos o turistas japonesas cubiertas de pies a cabeza.