WCw uentan las crónicas desde Nueva York y Londres que en las dos capitales financieras más influyentes del mundo los ciudadanos están indignados con los servicios públicos ante los efectos de las inclemencias del tiempo.

El miércoles hubo una tromba de agua en la ciudad de Nueva York que paralizó el metro y los trenes de cercanías y dejó sin luz a parte de sus barrios. Al enfado ciudadano contribuyó el recuerdo del estallido, días atrás, de una tubería de vapor subterránea --tendida hace 83 años-- en una avenida principal de la ciudad. En la capital británica, las inundaciones han llevado al colapso a la mayoría de servicios públicos de transporte, que se añaden al endémico malestar por la progresiva pérdida de competitividad y de imagen de sus aeropuertos, cuya gestión es privada y en manos de empresas españolas.

Una situación similar a la que se ha vivido en Cataluña y que ha llevado a la ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, a tener que solicitar su comparecencia en el Congreso de los Diputados para dar explicaciones por lo ocurrido en los últimos días.

Pese a quien pese, la localización de estos ejemplos --que se repiten, a su escala, en otras ciudades europeas como Barcelona o Roma-- son un reflejo de que la doctrina económica promovida los años 80 en Estados Unidos y Reino Unido (el decenio de presidentes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher) que predicaba que los poderes públicos cedieran a la gestión privada las infraestructuras --sin distinguir entre carreteras, ferrocarriles, líneas telefónicas o tendidos eléctricos--, empieza a ver el abismo de sus efectos. Son tesis que ahora ya se conocen como neocon, por no decir netamente reaccionarias.

La réplica a estos postulados también se atisba desde EEUU. La Sociedad Americana de Ingenieros Civiles --equivalente a lo que llamamos sociedad civil-- que ya fue contundente en la predicción de la catástrofe que se cernía sobre Nueva Orleans hace dos años y reiteró su denuncia cuando se hundió el puente de Minneapolis, ha vuelto a decirlo claro: Estados Unidos necesita una inversión de 1,2 billones (con b de Bush) de euros para rehacer sus infrastructuras más obsoletas. Estos cálculos son más contundentes cuando se comparan: reparar todos los puentes similares al de Minneapolis costaría un tercio de lo que se ha gastado Estados Unidos hasta ahora en la ocupación de Irak.

Es bueno que sepamos que la doctrina del virtuosismo de reducir impuestos, equilibrar a cero el presupuesto público y fiar a la gestión privada las infraestructuras claves para el desarrollo de un país está fracasando allí donde más se promovieron y aplicaron estos principios. El modelo neocon se extingue y aun no ha surgido otro que recupere el equilibrio entre lo público y lo privado.