Que la fiesta nacional, como antes se llamaba a las corridas de toros, va «de capa caída», y nunca mejor dicho, es algo que todo el mundo conoce. Las grandes figuras del toreo han pasado de ser grandes héroes de la sociedad, a convertirse en unos auténticos villanos, vilipendiados y perseguidos por la plebe, hasta tal punto que, cuando salen de las pocas corridas que aún se celebran, tienen que salir, la mayoría, escoltados por la misma policía.

¡Cómo cambian las cosas! Hace unos años, cuando llegó la televisión a los pueblos, como no todo el mundo tenía posibilidades para adquirir el mágico aparato, se concentraban todos los vecinos en la calle, alrededor de la ventana de la casa del paisano afortunado que la poseía, abría persianas y cortinas, y se disfrutaba en común de las corridas de toros, casi más que del propio fútbol.

Aquello era un espectáculo. Cuando ibas a las antiguas barberías o peluquerías de los pueblos, y en la plaza y en las calles, las paredes estaban llenas de pósters de figuras del toreo, entremezcladas con algunas de Carmen Sevilla, Sofía Loren y Sara Montiel.

Ahora, los toros y toreros están pasando por una racha de «vacas flacas». Y hay unos monumentos construidos, de hace muchos años, que forman parte de las ciudades y pueblos de España, algunos verdaderos coliseos, que empiezan a estar infrautilizados, porque fueron concebidos para albergar espectáculos que apenas ya si se celebran.

Y las autoridades encargadas de gestionar el uso de las plazas de toros, en muchas regiones de España, deciden celebrar en ellas actividades diferentes que van, desde eventos deportivos, como tenis, balonmano playa, volley playa, volleyball, a centros comerciales, pasando por conciertos de música, teatro, cines de verano..., algunos incluso han utilizado el terreno que ocupaban para construir casas. En fin, infinidad de opciones, más o menos originales que, con detractores y gente a favor, van poniéndose en marcha.

Pero la última idea de actividad a celebrar en una plaza de toros que es la más original, y que, por tanto, se lleva la palma, es la que se le ha ocurrido al alcalde de la localidad de Estella, en Navarra. Según el alcalde, el coso navarro será pipican y cacacan durante unos trescientos cincuenta días al año. Los otros quince, serán para celebrar la feria taurina.

Algunas malas lenguas (nos han contado unos vecinos del pueblo) dicen que la decisión del alcalde, de Bildu, no viene, en realidad, motivada por las ganas que los perros de Estella tengan de mearse y cagarse en la plaza de toros, sino por las ganas que tiene el propio alcalde de mearse y cagarse en la fiesta nacional.