A la iniciativa surgida de un grupo de ciudadanos y abanderada luego por el Ayuntamiento de Cáceres para presentar la candidatura a la capitalidad cultural europea del 2016 le ha salido un sólido competidor: Córdoba. Esta capital andaluza se ha tomado muy en serio la obtención del reconocimiento para organizar durante ese año una serie de eventos culturales y ya está funcionando una comisión especial encargada de elaborar el proyecto que presenten al Gobierno.

Pero aunque Córdoba vaya por delante, Cáceres, si finalmente se acuerda que sea la representante extremeña, no debe desmoralizarse, aunque el príncipe Felipe apoyara a la candidata andaluza. Aún faltan trece años y por tanto tiempo suficiente para crear una comisión al estilo de la andaluza que elabore el programa con el que se defendería ante Madrid y ante Bruselas (la UE tiene la última palabra) las ventajas de desarrollar aquí los actos y no en Córdoba.

Aunque Barcelona, Valencia y Alcalá de Henares hayan arrojado ya la toalla para optar a la candidatura, Extremadura debe trabajar unida y duramente para al menos luchar por la designación. Los beneficios culturales, sociales y económicos que puede reportar la capitalidad pasan por la realización de un trabajo serio y riguroso.