Hay expresiones que asustan. El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha hablado de un capitalismo humano y ha sido inevitable recordar el socialismo de rostro humano que el reformista Alexander Dubcek quiso implantar en Checoslovaquia, en 1968, y que acabó con los tanques del Pacto de Varsovia en las calles.

Lula ha lanzado la idea en el Foro Económico de Davos, que convoca cada año a la crema de la globalización. Hace falta mucho valor para hablar de una humanización del capitalismo que supondría el levantamiento de barreras comerciales y la creación de un fondo internacional contra el hambre en el mundo. Los países ricos pagarían su correspondiente cuota y tan atrevidas propuestas se han hecho ante empresarios, banqueros y ministros, que son la flor y nata del capitalismo globalizador, con el señor Colin Powell en primer lugar, que ha ido a un cónclave económico a hablar del ataque contra Irak, lo que otorga credibilidad a la idea de que detrás de la guerra contra Sadam Husein está el petróleo.

Hay que descartar enviar tanques para acabar con la idea del capitalismo de rostro humano. Bastante ocupado está con Irak el primer gendarme mundial, George Bush. Pero no hay que descartar medidas de presión menos bestias y más eficaces, si la iniciativa brasileña se expande y la humanidad hambrienta pide las tres comidas al día que pregona Lula para los suyos. Sus amigos del Foro Social de Porto Alegre pueden creer que ha estado moderado. En Davos puede haber sonado explosivo, igual que a Moscú le pareció contrarrevolucionaria la humanización del socialismo.