Carola Rackete salva a personas de morir ahogadas en el Mediterráneo. Se enfrenta a unos 50.000 euros de multa y hasta 15 años de cárcel. Entre la ley y la justicia ella ha elegido el camino de la segunda.

La joven alemana de 31 años rompió el mandato de las autoridades italianas de no entrar en sus aguas territoriales con los 42 migrantes a bordo que había rescatado en alta mar.

Su desafío ha sido seguido en directo, minuto a minuto, por los medios italianos y en las redes sociales. Diferentes manifestaciones han sido convocadas en todo el país. Y la historia sigue en desarrollo mientras se escriben estas líneas. Para el domingo habrá tenido un desenlace. O no. Y si lo tiene en este caso quedarán muchos más por venir y resolver.

El desafío de la capitana Rackete contra il capitano Salvini es la historia perfecta. Sí, a los periodistas nos encantan la narrativa simple, donde hay un villano o verdugo y un héroe --heroína en este caso--. Y si bien la retórica y bravuconadas de Salvini frente a la valentía y tesón de Rackete dan para todo tipo de piezas, lo cierto es que el político italiano tiene un punto de razón.

Ha dicho que este caso es: «la enésima demostración de que la Unión Europea en términos de inmigración no existe». Cierto. Viví en Italia en los años 2013 y 2014. Por aquel entonces ya miles de personas llegaban en embarcaciones a las pequeñas islas del Mediterráneo. Lampedusa no podía manejar el incesante goteo de llegadas. Y el Gobierno italiano pedía ayuda a la Unión Europea para hacer frente al drama humano.

Hoy, seis años después y con un gobierno en el país bastante menos tolerante que el Ejecutivo de aquel entonces el problema persiste. Y esto ocurre la misma semana en la que la fotografía de un padre salvadoreño con su hija ahogados en el río Bravo en su intento de alcanzar los Estados Unidos sacudía conciencias, igual que lo hiciera en su día a del pequeño Aylan en las costas de Turquía.

Muy probablemente una imagen así se repetirá más pronto que tarde. Si acogemos con los brazos abiertos las materias primas y riquezas que nos aportan otros países deberíamos aceptar también la libre circulación de personas. Refugiados o migrantes económicos. Todos aspiramos a una vida mejor. Por qué no.