El último capricho florentino ha durado siete meses y un día. En este tiempo el prestigio de Rafa Benítez no se ha dilapidado, pero sí mermado. Hablamos de un entrenador que, para empezar, no debería haber venido al club blanco. Benítez era el tercero en discordia en una relación que marchaba viento en popa: la de Ancelotti con el Real Madrid. El míster italiano gustaba a los jugadores, a los periodistas y a los aficionados, que le habríamos perdonado un año sin títulos. Pero Florentino Pérez , en su papel de alcahueta, decidió formalizar un triángulo amoroso e introdujo en él a un pretendiente que solo contaba con una bendición: la suya.

El resto es historia. Y qué historia. El equipo perdió y empató en varias ocasiones, fue apeado de la Copa del Rey por la alineación indebida de Cheryshev, hizo el ridículo frente al Barça y también en los tribunales...

El presidente cambia de entrenador con la arrogancia y la arbitrariedad de una femme fatale . Ya van once los destituidos, entre ellos Del Bosque, Queiroz, Pellegrini, Mourhinho, Camacho ... Por eso da cierta vergüenza ver cómo piropea a Zidane ("Para ti la palabra imposible no existe") al tiempo que le da una patada en el trasero a Benítez .

Florentino , cual rey Midas , convierte en oro todo lo que toca. Pero el dinero no da la felicidad y, bien mirado, tampoco los títulos. Ha convertido al club en una máquina de hacer billetes, pero poco más.

Zidane , el último capricho florentino, no debería olvidar que del amor al odio solo hay un paso, o siete meses y un día, el tiempo que necesita el presidente para convertir a un héroe en un villano.