TAtparece su careto en casi todas las farolas, semáforos, y algunas paredes. Un pasquín con su fotografía anuncia una despedida , supongo que la suya, y un barril con strip-tease, cerveza, calimocho e integrales (no sé dónde han dejado las derivadas y los logaritmos). Debe ser alguien muy importante de Badajoz por la profusión de pasquines y la mucha contaminación que se ha hecho para anunciar esa despedida .

¿De qué se despide? ¿De soltero? ¿Se despide o le despiden del trabajo? ¿De la vida? ¿De esta ciudad que soporta su cara en cada semáforo? ¿Despide, simplemente, el año 2004? ¿Por qué le han puesto su cara al año 2004? Ya que han empapelado las calles con ese anuncio, podían, al menos, añadir una nota explicativa, algo así de literario y que estaría acorde con las neuronas que se adivinan bajo la frente del despidiente: Se despide porque se va, se acaba, finiquita y perece .

El afán de notoriedad, el dar la nota, es un elemento que nos diferencia a los humanos y al perro de mi vecino de los demás animales y perros (creo que el pavo real anda así, así). Queremos pasar a la posteridad por acciones que queden marcadas en la memoria social, por gestos, gestas y barriles de calimocho anunciados en las farolas. Por eso, por ese afán, somos capaces de empapelar las calles, ensuciarlas, al fin y al cabo, contaminar lo que sea y posar con nuestros caretos como si fuéramos la Gioconda y Leonardo al mismo tiempo.

En la biografía de este individuo podremos leer, dentro de unos años, que se hizo famoso un día (no durará más el papel cello que sujeta los pasquines) que se despidió no se sabe de qué, de quién, ni por qué. Que guarde uno de los papeles para enseñárselo a sus nietos.

*Dramaturgo y director del Consorcio López de Ayala