TEtstaban ya en el Derecho Romano, así que no los vamos a descubrir ahora. Pacta sunt servanda , se decía, o, lo que es lo mismo, los pactos deben ser cumplidos, obligan. Así que, en estos tiempos de pactos, hay que saber bien de qué hablamos y con quién pactamos.

Hay pactos de caballeros, sin papeles, y pactos escritos, pactos secretos, pactos in extremis , pactos con contrapartidas, pactos a plazo fijo y pactos renovables, pactos inconfesables... La lista es interminable, pero a algunos les van a dar un doctorado honoris causa por su capacidad para el pacto con los blancos y con los negros, con los de derechas y con los de izquierdas, con los amigos y con los enemigos.

Ahora tenemos sobre la mesa los pactos en Navarra, donde el PSOE quiere gobernar, a pesar de haber sido solo la tercera fuerza más votada, pero si lo hace con Nafarroa Bai, con la sombra de ANV detrás o delante, muchos no se lo perdonarán. Pero, si no lo hace, el que gobernará es UPN, es decir el PP, y el poder desgasta, pero mucho más la oposición. En Baleares, el espectáculo es inenarrable porque alguien que solo obtuvo 28.000 votos y un descalabro electoral tiene todas las llaves del Gobierno. Zapatero y Rajoy están tratando de acercar acuerdos con el PNV. Pero, ¿con cuál de los dos, si es que hay dos, con el PNV de Ibarretxe , el que dice que "la verdadera Constitución del pueblo vasco son sus derechos históricos", o con el de Imaz?

¿No debería ser obligatorio que los partidos incluyeran en su programa electoral una cláusula en la que dijeran qué compromisos están dispuestos a firmar y con quién lo harían o con quién no lo harían en ningún caso? Alguno podría incluir un texto como éste: "Este partido se manifiesta libre para firmar compromisos con cualquier partido, de cualquier ideología para llevar adelante cualquier programa de gobierno que se firme, incluso aunque sea contrario a nuestro ideario, siempre que ese pacto nos otorgue suficientes cargos como para colocar a buena parte de nuestros militantes y, sobre todo, para excluir del poder a nuestros adversarios. Y, si es preciso, nos taparemos la nariz para firmarlo y para cumplirlo". Así, al menos, estaría más claro. Lo malo de los pactos, como los que dicen que firmó el Gobierno con ETA, y otros electorales, es que, a veces, los carga el diablo. Y estallan.