WLwa tensión creada por las caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca y Noruega refleja los problemas que el islamismo radical plantea a la libertad de expresión en Occidente. Aquí, la cultura de la convivencia entre valores contrapuestos está muy alejada de la intransigencia integrista de aquel islamismo, que se cree con derecho a regular nuestro modo de vida.

La crisis de las caricaturas se traduce, de momento, en un boicot comercial de Libia a Irak a los productos daneses, noruegos y de otros países de la Unión Europea, y en una marejada político-diplomática. Por lo que se ve, debe de haber una conexión psicológica misteriosa entre fundamentalismos y ganas de hacer boicots. A ello hay que añadir el desánimo de los islamistas liberales ante la aparente incompatibilidad de los valores occidentales con su ideología o teología: para muchos musulmanes, es pecado representar en imagen al profeta.

Resulta lógico que las caricaturas irriten a algunos musulmanes. Pero no lo es que, en nombre de una lectura literal e inhumana del Corán, traten de suprimir también en el extranjero las críticas o que amenacen de muerte a quienes con buen o mal gusto ejercen la sátira.