Periodista

En Lalín, a la derecha de la carretera que une Ourense con Santiago, hay una churrasquería llamada Villanueva donde por 12 euros te sirven costillas de cerdo a la brasa con patatas fritas y ensalada hasta que te hartas.

En ese restaurante comía con frecuencia Xesús Palmou, secretario general del Partido Popular gallego, cuando era conselleiro y ferviente partidario del zar de Lalín, Pepe Cuiña. Ahora, Palmou ha abandonado a Cuiña, se ha acercado más a Mariano Rajoy y ya come en restaurantes de nueva cocina y estrella Michelín como el que tiene Toñi Vicente en el centro de Santiago de Compostela.

Palmou formaba parte hasta hace un par de años del llamado sector de la boina del PP gallego, que liderado por Cuiña engloba a los presidentes de las diputaciones de Lugo, Cacharro, Ourense, Baltar, y Pontevedra, Abeledo, a decenas de alcaldes y a conselleiros y diputadas como Diz Guedes, Aurelio Miras Portugal, María Jesús Sainz o Jesús Pérez Varela. Este equipo de dirigentes ruralistas gana las elecciones en Galicia desde 1977, pero es observado con recelo desde las ciudades gallegas y desde Madrid, donde los gallegos que triunfan en el PP son altos funcionarios como Romay Beccaría, flamante presidente del Consejo de Estado, o el registrador de la propiedad Mariano Rajoy.

El grupo de Cuiña no es que gaste boina, pero tienen tics populistas como organizar churrascadas políticas o, caso de Baltar, presidente de la Diputación de Ourense, tocar en una comparsa con la que cierra musicalmente sus mítines rurales. Cuiña, Baltar y Cacharro pasan agosto juntos en sus chalés de la urbanización Pedras Negras de San Vicente de O Grove (donde también veranea José Bono). Allí muñen estrategias y preparan las siguientes victorias. Rajoy prefiere el más selecto Sanxenxo y Romay tiene palacete en A Coruña.

En Galicia sucede al contrario que en Extremadura: allí, la izquierda gana en las ciudades y el PP arrasa en el rural. Excepto el urbanita alcalde popular de Ourense, Manuel Cabezas, el resto de las 10 principales poblaciones gallegas tiene alcalde del PSOE o del Bloque. En resumen, los de la boina consiguen los votos y los de la toga, el maletín y los títulos universitarios triunfan en Madrid, pero en Galicia dependen de los de Cuiña, al menos hasta la pasada semana.

El PP de Extremadura, exacta repetición del sector universitario y urbanita del PP gallego, precisa urgentemente de un sector de la boina que implante el partido en el rural y sus jóvenes dirigentes, más que asistir a cursos de imagen y mercadotecnia, deberían invitar a Cuiña para que les diera unas clases sobre cómo ganar elecciones en los pueblos. Si eso no es posible, al menos podrían rogarle a Fraga que les explique cómo consigue hilo directo con el apóstol Santiago y con el mismísimo Dios, a quien se ha encomendado para ganar en mayo. Carlos Floriano debe aprender del PP gallego que sólo alcanzará la victoria si Cuiña le regala el secreto de la ruralidad o si Fraga le enseña a encomendarse a la Virgen de Guadalupe.